María Fernández

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Queridos Reyes Magos

Este año, y sin que sirva de precedente, pido volver a ser lo que fuimos. La vida antes de la pandemia

El 5 de enero mi madre llegó a casa asustada porque decía que en la plaza de mi pueblo (Trigueros) "había más gente que para las fiestas del Santo". Las fiestas del Santo, para quien no las conozca, son las de San Antonio Abad, conocidas en toda España por las famosas tiradas de jamones por los balcones. Una tradición que, al igual que otras muchas, se canceló el pasado año por el Covid y que dudo mucho (o espero, más bien) que vaya a retomarse este 2022. Y digo espero porque la mayor parte de mis amigos, compañeros de trabajo, familiares y conocidos han pasado media Navidad confinados. Algunos, por la emoción de los reencuentros y las prisas varias de adelantarse a un momento que no tocaba. Otros, por el inevitable contacto con esos irresponsables. Y precisamente eso fue lo que pensé cuando mi madre vino alarmada al ver cómo los Reyes Magos congregaban a medio pueblo en un recinto de escasos metros. Pero eso sí, este año no tiraban caramelos, por si acaso.

Un despropósito maquillado por la ilusión del momento. Mientras Sus Majestades vestían las calles de alegría y color nadie se fijaba en ese detalle. En medio de esa efusividad desmedida poco importaban las distancias cortas, los contactos estrechos, los roces a destiempo.

Cuando escribía en casa (teletrabajo) para contar cómo estaba siendo el día más mágico del calendario solo se me venían a la cabeza aquellos años en los que cubría la Cabalgata a pie de calle, micro en mano, recibiendo empujones y caramelazos limpios en la cabeza, esquivando a esos padres deseosos de hacerse con algún regalo y disfrutando, como una niña, de la libertad y la ilusión contagiosa del día único de los Reyes Magos. Entonces pensé en cómo era pasear por la calle sin mascarilla, entrar en un bar sin desinfectarte las manos, besar a tus amigos, abrazarlos, acercarse a desconocidos y vivir sin miedo al contagio.

Ese sería mi verdadero regalo de Reyes. Volver a esa normalidad de 2019, un tiempo sin restricciones, sin negocios a pique, soledad ni cuarentenas. Una época en la que la vida no dependía de una vacuna o de un heroico acto de responsabilidad. Y aunque nunca me gustó mirar al pasado, basta con ver a lo que hemos llegado para desear volver atrás.

Queridos Reyes, este año, y sin que sirva de precedente, pido volver a ser lo que fuimos. La vida antes de la pandemia.

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