Quedarse sin mesa

Quedarse sin mesas estos días es casi tan trágico como si Huelva se quedara sin su Puerto (y sus ayudas)

A MENOS de quince días para la Nochebuena, después de un 24 de diciembre de 2019 de los de toda la vida: festivo, celebrado, familiar (seguramente ignorantes todavía de lo que pasaba) … se pasa a una Navidad (2020), de encierro y confinamiento, con ausencias de familiares y amigos. ¿Qué se podía esperar de la Navidad 2021, cuando la mayor parte de la población está vacunada?: Exaltaciones en las compras y consumos, en los encuentros, en las manifestaciones de alegría, aunque ésta sea forzada… Las fiestas navideñas del presente año encierran un mensaje: "Hay que disfrutar (y consumir), como sea, dónde sea, con quién sea" …

En este ambiente, altamente esperado, surge la frase del año. No ha sido necesaria una encuesta, ni una votación popular ni un jurado que la valore. La frase del 2021 es: 'No quedan mesas para reservar' y a partir de este momento la vida cambia y emergen, explosivamente, los nervios del personal. Si no has llegado a tiempo para reservar y el aforo está completo, se maldice a quienquiera que sea. Aparecen nubarrones de desolación, coreados por docenas de quejas tipo: 'qué mala suerte'. Mientras, el personal de la hostelería calla, escapándosele alguna sonrisita tan orgullosa como delatora, porque esta vez la hostelería no lloriquea; se consume como si no hubiese un mañana. Posiblemente, una de las razones del aumento de contagios sea la ingesta de alcohol en las terrazas; no por el alcohol en sí, sino porque la frecuencia con la que se bebe impide llevar mascarillas.

Que no queden mesas para reservar es una tragedia solo comparable con el cambio climático. Se ve venir, se espera, se sabe que puede pasar… y, sin embargo, por una u otra razón, no se toman medidas para remediarlo. Quedarse sin mesas para poder reunirse con amigos y familiares crea una inquietud comparable a la que sienten los máximos mandatarios de Rusia y Estados Unidos, que dudan entre proteger a Ucrania o parar hasta ver cómo responde la OTAN. Quedarse sin mesas estos días es casi tan trágico como si Huelva se quedara sin su Puerto (y sus ayudas).

El pasado domingo titulé mi columna Loa al término medio. Con ella, intentaba exaltar los valores que conducen a rechazar los extremos, puesto que suelen ser un obstáculo para el desarrollo de la convivencia. Pretendía enaltecer, con esa loa, todas esas situaciones que se viven con tanta moderación como equilibrio, pero me equivoqué… ¿Cómo se va a exaltar una mesura que no existe?

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