El presidente de la Junta ha pronunciado esta semana un discurso reivindicativo envuelto en la bandera blanca y verde. Comparecía a petición propia en el Parlamento regional, leyendo un tocho de papeles como Pedro Sánchez hizo la semana pasada en el Congreso. Es formato estándar, una hora leyendo folios mecanografiados en letra gorda para darle importancia lo que hace. El reglamento del Parlamento dice en su artículo 75 que los discursos se pronunciarán de viva voz. Lo que significa que fue antirreglamentaria la exhibición de un diputado antequerano en defensa de la carne de razas autóctonas, sacando en silencio 17 letreros con el beneplácito de la presidencia.

El profesor de Derecho Constitucional Ruiz Robledo interpreta que los discursos parlamentarios no deberían ser leídos, salvo con la ayuda de notas auxiliares, como concreta expresamente el reglamento del Senado. Pero nuestros gobernantes se resisten a prescindir de sus guionistas y nos suelen dar un tostón más propio de directores generales que de políticos con ideas propias. Desgraciadamente, Ayuso ha demostrado que seguir un guion a pies juntillas es garantía de éxito.

Moreno ha reclamado para Andalucía como mínimo un 18% de los fondos europeos de la próxima generación, por porcentaje de población. La primera cantidad de ayudas extraordinarias de la UE que reclamó el presidente fue un tercio del total español. El nacionalismo sobrevenido provoca que los recién llegados se pasen de frenada. Con esas subvenciones el PP regional intenta consolidar su posición electoral para hacer un ayuso en Andalucía y depender de Vox lo menos posible. Tiene dos problemas para lograrlo. Uno es la pelea sorda entre San Telmo y la dirección nacional de Génova que recuerda cómo Moreno y Bendodo amenazaron a Casado para que se retirase entre los dos turnos de las primarias del PP. No son de la misma familia. Por otro lado, mientras en Madrid sólo piensan en quedarse con lo poco que queda de Ciudadanos, en la Junta mantienen a Marín y compañía con respiración asistida, para que jueguen en las próximas autonómicas el papel que más convenga.

El PP andaluz le ganó al nacional el pulso en Málaga, cuando Génova aceptó en contra de lo que dicen los estatutos del partido que la secretaria general del PP malagueño fuese también delegada de la Junta en la provincia. Un calco del último delegado de la Junta socialista. Hay mimetismo: el intento de gobernar el partido desde el BOJA, como ya hizo el PSOE cuando se convirtió en régimen. En Sevilla, por el contrario, Moreno perdió su apuesta personal de destronar a la presidenta provincial. Y en Granada el desencuentro entre uno y otro bando ha acabado dándole la alcaldía al PSOE, el partido más votado en las municipales de 2019. El PP de Moreno no controla todos los territorios de Andalucía ni siquiera con el BOJA en la mano. Ese es de momento su punto más débil.

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