V style="text-transform:uppercase">ivir en España resulta a menudo especialmente cómico. El pasado viernes apareció en el diario La Vanguardia la nueva tontería que se le había ocurrido a ese tonto integral llamado Puigdemont, que además es Molt honorablepresident de la Generalitat de Cataluña. La tontería en cuestión es que Puigdemont "ofrece a Trump colaborar entre sus naciones".

Decía Groucho Marx que era preferible permanecer callado y parecer tonto, que abrir la boca y disipar las dudas. Como ven, no hay duda. Las tonterías sólo las dicen los tontos, a excepción de quienes las dicen por causas justificadas y son dignos de merecer nuestro respeto o paciencia. A menudo ambas cosas a la vez. Ahora bien, un tonto, con sus facultades mentales normalizadas, aunque tenga la mala suerte de tener el aspecto de Puigdemont, es otra cosa.

Entre los tontos están los integrales y los conscientes. Un tonto integral es aquel que es tan idiota como para creer que los demás son tan tontos que van a creerse sus tonterías.

Por el contrario un tonto consciente es un idiota normalizado que aún conserva alguna neurona capaz de generarle alguna duda o señal de remordimiento.

Puigdemont pertenece a la categoría de tonto integral y a los tontos integrales lo más sensato es no hacerles ni puñetero caso. Lo que pasa es que cuando un idiota integral tiene poder e influencia, asciende a la categoría de TIG (por sus siglas en catalán): Tonto Integral Global. Igual que en castellano, vaya. Un tonto integral no surge de la noche a la mañana. Hay que nacer y hacerse. Me encantaría conocer a los maestros de semejante tonto. Su testimonio sería impagable, seguro.

Así que no se preocupen demasiado. Ahora se acercan unas fechas en la que los tontos salen del armario. Cuando un cuñado le enseñe su último artilugio tecnológico en la cena de Nochebuena, pregúntele si es tonto o se lo hace. Si se lo hace, tenga paciencia y un poco de caridad cristiana.

Tenga en cuenta que todo tonto integral que se precie aprovechara siempre el escenario adecuado, como Puigdemont con Trump. Algunos sacan su tontura a pasear en la cena en casa de la suegra y otros con las elecciones norteamericanas. Es una cuestión de nivel. Eso sí, cuanto mayor es el radio de expansión de la tontura, más en evidencia queda el idiota integral. Su cuñado no le llegará a Puigdemont a la suela del zapato. Así que ya sabe. Consuélese.

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