Vino el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, el jueves a Huelva a inaugurar la nueva estación de tren ubicada en Las Metas y a presentarnos un proyecto de alta velocidad que unirá la capital con Sevilla en 40 minutos y en dos horas y 55 con Madrid. El ministro llegó con la lección bien aprendida, con su power point, sus seis alternativas, su discurso claro y sus entre 1.100 y 1.200 millones de euros debajo del brazo. El que fuera alcalde de Santander se ve que en estos últimos meses ha aprendido la lección -o se la han hecho aprender- de que si su partido quiere hacer algo en Huelva debe empezar a poner de su parte en asuntos tan relevantes como la conexión ferroviaria de esta esquina de España con el resto del mundo.

El titular de Fomento llegó rodeado de una amplia corte de partidarios y de la mano de la onubense ministra de Empleo, Fátima Báñez. Enfrente tenía una amplia representación municipal, de la Diputación, de la Junta y de la órbita socialista. Mientras paseaba por los flamantes pasillos de la nueva estación -habría que ponerle nombre, ¿no?- alrededor del político pululaba una señora mayor que lo único que repetía era "nosotros lo que queremos es el AVE". Clara y diáfana ella. Y tras escuchar estas palabras allá que fue De la Serna, contó su historia, planteó su proyecto, respondió alguna pregunta de la prensa y se marchó. Todo bonito, claro y limpio. Sólo un olvido: los plazos. Eso, por ahora, no toca.

No es la primera vez que un ministro ha venido a Huelva a presentar esta iniciativa, pero quizás sí lo sea después de semanas en las que la presión de agentes económicos, políticos y sociales ha ido in crescendo. La presión ejercida por los onubenses es la verdadera razón de que el Gobierno vuelva a plantearse traer un tren en condiciones a Huelva y no ese sustituto más o menos cutre que hasta hace diez minutos estaba planteado. De aquí en adelante lo que nos queda es, no estar vigilantes, sino seguir apretando con todas nuestras fuerzas para lograr que el proyecto vaya a alta velocidad y no a ritmo de diligencia del oeste. Huelva no se puede permitir más lustros de espera para tener unas conexiones como Dios manda. Han de ser los implicados los que le pongan cabeza y cerebro a la cuestión. Si seguimos haciendo el candao, si seguimos perdiéndonos en debates catetos, si seguimos mirando el dedo en lugar de fijar nuestra mirada en la Luna lo único que conseguiremos es quedar una vez más apartados de todos los demás.

La falta de unos plazos claros nos plantea de nuevo una prueba de fe, de paciencia y de esperanza. Hay que aceptarla, cierto, pero no como quien acepta la llegada del divino advenimiento o una consecución milagrosa. Hay que aceptarla desde la acción, desde la necesidad y desde el convencimiento de que si quien ha prometido el AVE lo ha hecho con la mirada puesta en réditos cortoplacistas ha de saber cuán equivocado está. Que Dios dijo hermanos pero no primos.

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