Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Los afanes
En nuestros tiempos quien no protesta no despierta interés, y lo que es peor, no es nadie. Vivimos para protestar y cuanto más alta sea la queja o la disconformidad mejor. Confundimos protesta con consulta o crítica, preguntar o dar un rapapolvo a alguien que hace hago mal sería lo correcto. Pero nos gusta llamar la atención. Fíjense, Errejón protestó tan alto que hasta lo han cambiado de asiento en el hemiciclo, ahora está detrás, y detrás significa "te vas a enterar de quien manda aquí".
A veces la protesta se confunde con la mala educación, aunque para mala educación tenemos a nuestros políticos. No podemos olvidar que los contribuyentes de este país somos los españoles que pagamos nuestros impuestos, nuestras tasas y nuestros arbitrios municipales. Pero todo ese dinero que estos pagos generan los administran nuestros políticos. Es decir, nos hacen la vida imposible, nos limitan nuestra libertad (un ejemplo lo tenemos en la libertad de elección de centro educativo) y encima juegan con nuestro dinero o lo gastan indebidamente. No hablamos de corrupción, tampoco protestamos, no se vayan a creer que esto es una protesta. Es pagar y pagar no para obtener derechos sino para que los políticos hagan con nuestro dinero (que ya ha dejado de ser nuestro) lo que les venga en gana.
Y a veces esa gana es un destierro. Cuando pagamos nuestro dinero se condena a un ostracismo feroz, no cambia de manos, desaparece en otras manos. Sigo pensando que todo el mal de este país se centra en la incultura de nuestros gobernantes, y también en la nuestra propia. Según el Centro de Estudios Andaluces un 54,5% de los andaluces no lee nunca libros no profesionales en su tiempo de ocio. Un 0,2% lo hace a diario. Los datos son reales. Y tampoco es una protesta es una realidad.
En la mayoría de los casos protestamos sin conocimiento de causa, aunque si lo hacemos con motivos apenas se nos echa cuenta. Protestar por los planes de estudio universitarios, por la educación española, o por lo poco que leemos no causa fervor. En cambio, protestar por los actos de Trump, por la visita de Macri o por la corrupción se escucha. Y se escucha en demasía. Hace unas semanas Javier Marías titulaba su columna Cuando los tontos mandan, y tenía razón. Nos estamos cubriendo de gloria, o de tontos, lo mismo es en estos casos. Protestando o sin hacerlo no olvide que usted es libre, muy libre. Asimílelo, todo resultará más fácil.
También te puede interesar
Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Se buscan vencedores
El pinsapar
Enrique Montiel
Puntos luminosos
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Náufragos