La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Promesas de junio

Invitante junio cargado de promesas felizmente intactas, porque todo comienzo está mordido ya por su final

Piar largo de vencejos por las mañanas y a la caída de la tarde. Luz larga que ya roza las diez de la noche. Amaneceres tempranos y frescos. Anocheceres tardíos y tibios. Noches en las que nada invita a retirarse y dormir parece pérdida. Es junio, el mes mitad primavera y mitad verano en el que todo son promesas, planes, espera de lo por venir. No es un mes vacacional, y en él se trabaja tanto como cualquier otro; pero hay una cierta relajación íntima, una invitante desidia, una deliciosa languidez, una incitación al abandono de la carga de uno mismo, de todo lo cargante y de todos los cargantes. Paradójicamente esto, en vez de hacer más insoportables los trabajos, los hace más llevaderos (no todos por supuesto, que algunos son tan duros que tanto los fríos como las calores agravan sus cargas) y sus compromisos. Cuidado con esto, no vayamos a equivocarnos insistiendo en la falsedad del tópico de la pereza del sur: en parte alguna se trabaja más y más duramente que allí donde todo invita a no hacerlo.

Se ve el final del túnel. Algo va a cambiar. Llegamos. Ahí están los días sin horas ni reloj, casi al alcance de la mano. Se ve ya no tan lejos la vacación. Podremos responder a todas las invitaciones que la luz y el calor nos hacen. La primera de todas, el dulce no hacer nada, el lujo supremo del aburrimiento liberado de toda obligación. Hasta de la de divertirse, que hay quien se estresa más en las vacaciones yendo de fiesta en fiesta y de compromiso social en compromiso social que trabajando. Como les sucede a esos desdichados que gustan veranear donde lo hacen todos cuántos conoce y le conocen. Gran error. Vacación viene de vacatio que significa dispensa no sólo de trabajos sino también de obligaciones. Y a veces la excesiva sociabilidad -quizás una forma de miedo a estar consigo mismo- toma forma de agotadoras obligaciones vacacionales. Un amigo tengo tan sociable que cuando nos volvemos a ver me confiesa que las vacaciones le han dejado agotado.

En fin, aquí está el luminoso e invitante junio cargado de promesas felizmente intactas, porque todo comienzo está mordido ya por su final. Llega, como siempre, tarareando el vals Bride of June que cantan Jane Powell, Julie Newmar, Ruta Lee, Norma Dogget, Vignia Gibson, Betty Carr y Nancy Kilgas, las siete novias para los siete hermanos de la obra maestra de Stanley Donen. Óiganla. Tararéenla. Es junio.

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