Que los accesos al Chare de Lepe sean una de las cinco prioridades sobre infraestructuras que el Gobierno andaluz ha traslado al Ministerio de Fomento para toda la comunidad da buena medida de cómo está el patio de la política en estos tiempos. El consejero de Fomento, Felipe López, así lo declaró tras el Consejo de Gobierno del miércoles y equiparó los cientos de metros de carretera para el centro médico lepero con el metro de Sevilla, el AVE de Granada, la conexión ferroviaria de Almería y la conexión Bobadilla-Algeciras. Dicho así suena un poco fuerte, ¿no creen? Un AVE, un metro, unos trenes parecen algo más serio que un tramo de carretera y dos rotondas. Y no es que no sea fundamental para la población de la costa que de una vez por todas abra sus puertas un hospital que es más necesario que el comer, sino que a vuela pluma se le ocurren a uno unas cuantas cuestiones de mayor calado puestos a exigirle a Madrid.

El Chare de Lepe se ha convertido en el último juguete del pim-pam-pum político. El retraso eterno que sufre su puesta en marcha no sirve más que para retratar las incapacidades de las distintas administraciones y el laxo concepto del cumplimiento de los plazos y compromisos de unos y otros. Cierto es que hay diferencias. La Junta convirtió la edificación del centro médico en las obras de una catedral, pero una vez concluidas son el Ayuntamiento y el Ministerio de Fomento quienes deben cumplir su parte. Parece surrealista que la Costa tenga un hospital hecho y no pueda abrirlo porque no hay carreteras para llegar, ni tomas de luz y agua para ponerlo a funcionar. Y eso es así por mucho que el PP se haya encelado con el tema como un gato con un ovillo de lana. Así las cosas, mejor harían los chicos de la gaviota en mirar para Bollullos o Aracena en lugar de avivar las llamas de un incumplimiento que actualmente tiene su nombre y apellidos.

Pero más allá de eso, lo que a uno lo trae loco es lo de las prioridades de la Junta. Puestos a pedirle al Gobierno que se estire estaría bastante mejor que lo hiciera para reclamarle la llegada del AVE, que va a parar antes en Tombuctú que en el Paseo de la Ría. O el desdoble de la N-435, carretera vital para las mercancías que bajen desde Extremadura al Puerto o para los camiones que trasladan los minerales desde la cuenca a la capital. O la subvención para el proyecto Ceus, que comienza a falar galego con fuerte acento ante el olvido que vive aquí. O, para finalizar, la mejora de la conexión ferroviaria entre Huelva y Extremadura. Por poner unos ejemplos, vamos.

No parece demasiado edificante que la Junta se guíe en su prioridades por el rifirrafe político del momento y más cabría exigirle que lo haga por los intereses estratégicos de esta Huelva nuestra. Las infraestructuras básicas no deben ser elementos con los que se pueda jugar, pues su puesta en marcha significa desarrollo, riqueza y empleo, algo de lo que no andamos sobrados por estos lares.

El rigor y la seriedad son básicas para el buen gobierno y en lo visto esta semana ni la Junta lo practica con sus peticiones ni el Gobierno lo predica con sus acciones.

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