Posfacismo

El ideario retador de la ganadora de las elecciones en Italia es un claro subproducto de nuestro tiempo

Leemos que la no por esperada menos inquietante victoria de la candidata posfascista en las elecciones italianas, ocurrida, para mayor escarnio, casi en vísperas del centenario de la Marcha sobre Roma, rompe el orden nacido de la posguerra, basado en el repudio general del legado de Mussolini, pero no hace falta remontarse tan lejos para ver que su ideario retador es un claro subproducto de nuestro tiempo en el que las tragedias, como diagnosticara Marx, tienden a repetirse en clave de farsa. Cierto es que las declaraciones del trío formado por el viejo sátiro momificado, el burdo exministro del Interior y la voluntariosa aspirante a formar gobierno, supuestos valedores de los intereses de la "gente corriente" frente a los manejos de las "élites globales", no invitan al optimismo, pero es poco probable que la sólida estructura institucional de la gran nación transalpina vaya a permitirles ir muy lejos a la hora de aplicar sus consignas más despendoladas. De hecho, los tres políticos han ocupado en el pasado altas responsabilidades sin que en lo fundamental, fuera de las habituales salidas de tono, hayan variado los parámetros que permiten definir el país como una democracia plena. Se mire por donde se mire, no hay veinte millones de fascistas en Italia. Lo que el resultado indica es que la menguada mayoría de los votantes, en las elecciones con menos participación de la historia de la república, ha optado por sumarse a la oleada de nacional-populismo que representan en otras partes del continente o del planeta los líderes que se han apresurado a felicitar a la ganadora, quien como todos los demagogos -más hábiles sobre los escenarios que en el desempeño del poder- propone recetas simples para solucionar problemas complejos. Haríamos bien, empezando por los ambiguos líderes de la izquierda reaccionaria, que se sirve de una retórica no distinta a la de sus presuntos archienemigos, en analizar las causas del descontento que lleva a tantos ciudadanos a dejarse seducir por las soflamas patrioteras -el Brexit de los ingleses, tan en teoría sofisticados, es una manifestación del mismo fenómeno- contra los "burócratas de Bruselas". Con razón se dice que Italia lo aguanta todo y que la continua inestabilidad política no impide el normal funcionamiento de las cosas. Que un personaje como el más veterano de los integrantes de la alianza, mientras iba y venía de la cama que le regaló su amigo el tirano de Rusia, haya presidido el consejo de ministros, dice mucho de esa capacidad, como lo dice de nuestro tiempo la banalización del Bella Ciao, el antiguo canto de resistencia convertido en inocua y complaciente melodía televisiva.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios