Superados unos días de pies metidos en el agua, pieles coloreadas y cerebros congelados toca volver al cole supuestamente con las pilas cargadas y el espíritu y los propósitos renovados. Se acaban las vacaciones para la gran mayoría de los españoles y es hora de retomar la tarea y mirar hacia el largo invierno que nos espera. Porque no les quepa duda de que hasta que llegue el próximo verano esto va a ser un largo invierno -ni otoño ni primavera- cargado de convocatorias electorales, tensión, insultos, medianías, mamarrachadas y tonterías varias. Así de bien hemos vuelto, oiga.

En este agosto del que nos desperezamos hemos visto un avance de todo de lo que nos espera en los próximos meses. La sombra de las múltiples convocatorias electorales marcará cada paso que se dé en la capital, la provincia, la comunidad autónoma y el país (o lo que va quedando de él). Da igual que el Recre al fin sepa que va a tener un dueño claro este año, que los mosquitos piquen más o menos, que los regantes tengan agua, que el tren se pare, que a Susana la abucheen, que Pedro Sánchez viva de gira en el extranjero o que Quim Torra se empeñe en demostrarnos que la estulticia nunca conoce final. Todo estará bañado por la pátina electoral, lo que significa que estará inmerso en el triste y falto de altura cruce de acusaciones que nos regalarán nuestros próceres. Hasta los goles de Caye Quintana y las paradas de Marc Martínez se medirán en papeletas de voto.

De todo este panorama lo más preocupante es que la desconexión política con la realidad eleva el grado de tensión que arrojan las redes sociales, en especial Twitter . Aquella herramienta que nació como elemento para conectarnos y hacernos más cercanos se ha convertido en un patio, no ya de vecinos sino de penal de tres al cuarto, en el que la cosa consiste en ver quién insulta más alto. Las nuevas teorías políticas imponen que hay que conquistar el ciberespacio para triunfar y en el camino a obtener tal logro se han creado tropas de fieles/detractores que se empeñan en enmierdar el ecosistema virtual. Comienza a dar miedo asomarse a la pantalla pues el grado de exaltación va camino de alcanzar el paroxismo. El "y tú más" campa a sus anchas, la descalificación del diferente es el pan nuestro de cada día y la discrepancia inteligente y razonada ha dejado de existir asesinada por el ladrido y el rebuzno. Ya no se pueden ni hacer chistes pues el riesgo de indigestión es elevado. Prohibido pensar, parece ser la máxima. A lo que puede usted aspirar es a balar como un borrego en una u otra dirección. El ruido sube de decibelios y quienes deberían contribuir a rebajarlo no hacen más que darle para arriba al botón del volumen. No saben hacer otra cosa.

Así nos llega el largo invierno. Póngase el casco y mire bien por donde anda que los ladrillos ya no sólo caen de los andamios. Vaya con cuidado y consuélese con que Europa mira por nosotros y ha decidido que no hay que cambiar la hora. Otra prioridad ciudadana.

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