La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Políticos: entre Peter y Belmonte

Por el principio de Peter o el 'degenerando' de Belmonte los políticos empeoran más cuanto más suben

La soberbia narcisista de Sánchez. La torpe ceguera de Casado. Los escándalos de corrupción del PSOE y el PP nunca admitidos por sus líderes (reciente está la comparecencia de Rajoy, tan vergonzosa en lo que al interrogado como a sus interrogadores se refiere). La autodestrucción de UPyD y Ciudadanos -las dos propuestas políticas más interesantes (sobre todo la primera) del siglo XXI- por los errores de los egos hinchados de Rosa Díez y Albert Rivera. Las responsabilidades del PSOE y el PP en el crecimiento de los populismos de Podemos y Vox. Y por si fuera poco, la autodestrucción del rey mejor valorado desde Carlos III, al que tanto debemos por haber sido la más alta autoridad que hizo posible "cambiar las cañerías sin cortar el agua" (Suárez, Congreso de los Diputados, 6 de abril de 1978), es decir, la Transición. José Sacristán ha expresado bien un sentimiento creo que mayoritario: "Qué pena, qué rabia y qué ira lo de este hombre… Qué final siniestro, una cosa de un choriceo de dinero y unas faldas por ahí".

Mal panorama en los peores tiempos posibles cuando, apenas recuperados de la Gran Recesión de 2008, estalló la pandemia con sus terribles efectos sanitarios, económicos y sociales que padecemos desde 2020 y estos días se recrece con la sexta ola. Todos los políticos no son iguales, se repite. Y es cierto. Pero hoy todos los que tienen las más altas responsabilidades se parecen demasiado. Y no en virtudes. Cuanto más alta sea su posición, y por ello mayores sus responsabilidades, parecen olvidar que gobiernan para el pueblo y pierden de vista el sentido de estado.

Es una fatalidad que la distancia entre políticos y ciudadanos, entre ensimismamiento partidista y servicio a la nación y al pueblo, sea inversamente proporcional a sus responsabilidades: cuanto más crece la responsabilidad más disminuye el servicio eficaz a la ciudadanía con sentido del bien público. Los políticos son mejores, sintonizan más con los ciudadanos, cuanto menos poder tienen y por ello menos pesadas son sus responsabilidades: son mejores los de los pueblos que los de las ciudades, los de las ciudades que los de las autonomías (si no les envenena el nacionalismo), los de las autonomías que los de la nación. Suele ser frecuente que cuanto más suben, más empeoran. Será cosa del principio de Peter: ascender hasta el nivel de incompetencia. O del castizo degenerando de Belmonte.

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