La tribuna

josé Joaquín Castellón

Política española y pecado original

PESE a lo que pueda parecer el pecado original no es una verdad de fe que aparezca en el Símbolo del Credo Católico; y no lo es porque más que una verdad de fe es una evidencia, conforme la experiencia de la vida nos hace analizarnos con profundidad.

Los ideólogos del liberalismo económico sustituyeron este concepto, que expresa narrativamente nuestra naturaleza, justo por su contrario, por el de la "mano invisible" (A. Smith). La naturaleza de la economía es tal, decía el liberalismo, que por el juego de egoísmos e intereses individuales se llega a una mayor justicia en la sociedad. Los ideólogos del socialismo político y económico, enraizados en el optimismo ingenuo de la ilustración, pensaron que el desarrollo económico y el bienestar del pueblo iban a desterrar la superstición, el vicio y la religión, y que la sociedad sin clases iba a ser como un cielo en la tierra. El libro del Génesis, amasado en la experiencia humana y creyente del pueblo de Dios, aventaja en profundidad y realismo a estos análisis de la naturaleza humana y de la sociedad.

Los casos de corrupción política que están apareciendo por todos los rincones de la geografía española y en todas las formaciones políticas son muestra de esa inclinación cuasi-natural, cuasi-previa a la voluntad de las personas concretas, que adquiere cuerpo con la decisión voluntaria de optar por el fraude, el enriquecimiento ilícito y la malversación. Desde el relato del Génesis sabemos que ninguna persona, ninguna institución, está a salvo de la corrupción; ni los miembros de la Iglesia, ni los de la más pequeña asociación de vecinos; ni, evidentemente, los todo-poderosos partidos políticos de nuestra democracia.

El único medio humano para contrarrestar esta inclinación a la corrupción que tiene todo grupo humano es el equilibrio de poderes. Cuando una persona o un grupo sabe que hay quien controle sus actuaciones, cuando se sabe que las propias decisiones van a verse confrontadas por los otros, cuando hay poderes distintos que se contrapesan, todos se ven impelidos a actuar conforme a la legalidad y a las normas básicas de la honradez y la justicia. Pero en nuestro país ese contrapeso de poderes se debilitó tanto que llegó a ser imperceptible, y los corruptos de todos los partidos se sentían seguros en el afianzamiento fraudulento de su clientelismo, en sus abusos de poder, incluso en el robo flagrante.

Una causa importante de esta falta de contrapesos en la vida política española ha estado en la fidelidad cuasi religiosa a los partidos políticos por parte de sus votantes. El votante socialista ni comprobando palmariamente la corrupción de esta formación política le retiraba su apoyo en cada votación. Lo mismo ha ocurrido en otras comunidades autónomas con los votantes conservadores o nacionalistas. Otra causa de la extensión y la profundidad de la corrupción en España ha sido el poder absoluto que los partidos hegemónicos han tenido -partidos hegemónicos han sido PP, PSOE y CiU-. Los Presupuestos Generales del Estado se han utilizado para ir consolidando su poder. Esta politización de la sociedad ha llegado desde parte de la magistratura, a los medios de comunicación, sin dejar atrás la universidad. Hace décadas que a nadie extraña que para acceder al departamento de una facultad haya que tener tal o cual ideología. Hasta la reciente formación Podemos, nacida en ámbitos universitarios, tiene ya sus corruptelas. Podemos… corrompernos también.

Hemos de encontrar el equilibrio institucional que permita un contrapeso de poderes. El Estado, en manos de los partidos, no puede ahogar a la sociedad civil bajo excusa de las bondades de lo público. La vocación política, necesaria ahora más que nunca, ha de encauzarse también en la formación de asociaciones civiles fuertes y prestigiosas, que sean cortapisa y control al poder de los partidos; la ley electoral ha de cambiar para que los ciudadanos votemos no a las siglas de una lista, sino a personas concretas a las que pedir responsabilidades y retirar nuestro apoyo si lo estimamos conveniente.

Al comienzo de la República de Platón aparece un mito muy interesante, un pastor de Lidia, llamado Giges, un muchacho normal, encuentra por azar un anillo que al ponérselo de determinada manera lo hace invisible. El poder de la invisibilidad corrompió a aquel muchacho y lo llevó a la perversión y el asesinato. Platón plantea una idea inquietante: "Si hubiera dos sortijas como aquélla de las cuales llevase una puesta un hombre justo y otra un hombre injusto, es opinión común que no habría persona de convicciones tan firmes como para perseverar en la justicia y abstenerse en absoluto de tocar lo de los demás". En nuestro país, la cortina de invisibilidad que han tenido los partidos hegemónicos ha sido la causa de su corrupción. Después de escandalizarnos por la corrupción a la que hemos llegado, tenemos que buscar la manera de que los distintos poderes se controlen mutuamente.

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