Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Política ciencia

Gestionar no consiste sólo en invertir. También la ciencia es un objeto político. Y merece ser tratada como tal

Hace ya algunas semanas confirmó la Junta de Andalucía su incorporación, a partir del próximo mes de enero, al organismo gestor responsable de la financiación del observatorio astronómico de Calar Alto, en la provincia de Almería. Lo hará en sustitución del que ha sido uno de los principales benefactores del ya veterano equipamiento, el Instituto Alemán Max Planck, con una participación del 50% (el resto corresponde al CSIC). En consecuencia, la consejera de Conocimiento, Investigación y Universidad, Lina Gálvez, anunció para el año que viene una inversión de 1,5 millones de euros (pendiente aún, eso sí, de su consignación en los Presupuestos) para garantizar el funcionamiento de las instalaciones. Y conviene recordar, de entrada, que el observatorio ha contribuido al éxito de investigaciones muy relevantes impulsadas por universidades e instituciones científicas y académicas de medio mundo, desde China a EEUU. Sólo su eficacia a la hora de detectar exoplanetas de características similares a la Tierra en los últimos años ha quedado debidamente contrastada, igual que su precisión en la detección de fenómenos como supernovas sorprendentemente cercanos al Big Bang. Es decir: en la paciente cartografía del cosmos, Calar Alto constituye una autoridad internacional. Y sí, lo tenemos aquí mismo.

De modo que la primera pregunta que se le viene a uno a la cabeza es por qué diantre no se había comprometido la Junta de manera más seria con el observatorio mucho antes. No queda todavía lejos el día en que los responsables del instrumento lanzaron una contundente señal de alarma ante un desamparo institucional y financiero que amenazaba la continuidad del proyecto, y la respuesta del Gobierno andaluz no pudo ser más tibia. Ahora, la llegada de la Junta al organigrama constituye una buena noticia, pero se trata de que, por una vez, esto salga bien. Y al decir esto no me refiero sólo al observatorio: al contrario de lo que dictan los prejuicios, la comunidad genera un talento científico solvente y admirable; pero es un talento volátil, que se esfuma en cuanto tiene la oportunidad o termina dedicándose a otra cosa. La destrucción del tejido de investigación e innovación científica en Andalucía en los últimos años ha sido absoluta, y estaría bien que la participación pública en proyectos como el de Calar Alto contribuyeran a revertir la situación. Gestionar no consiste sólo en invertir. También la ciencia es un objeto político. Y merece ser tratada así.

Si no, siempre podremos presumir de la Feria y del Rocío. Y sentirnos heridos cuando algún sieso nos llame analfabetos.

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