La masacre en la frontera de España con Nador y los muertos latinoamericanos asfixiados en un camión en Texas claman al mundo. Ambas tragedias retratan nuestro racista y "aporofóbico" sistema sociopolítico, y a nuestros mediocres dirigentes, y consagran tiempos muy malos para la humanidad, terribles. Por ahora acudimos con más frecuencia a la muerte filmada o silenciada de los que parecen sobrar, de los "últimos" de la sociedad, pero no serán los únicos, porque aquí vamos todos en el mismo barco.

Pedro Sánchez y su gobierno decidieron alquilar al Estado marroquí la protección de nuestras fronteras, una decisión calificada desde el principio como disparate y que no ha tardado en ser demostrado. Las fuerzas de seguridad marroquíes han dejado claro cuál es su método de seguridad: disuadir con sangre. Es evidente el empleo de la estrategia del terror, un aviso a todos esos ciudadanos africanos que quieran mejorar sus vidas o huir de la pobreza. Ante esta barbarie se me agolpan preguntas, ¿cómo podemos permitir esto?, ¿cuánta sangre podrá resistir nuestro gobierno de "izquierdas" y nuestra indolente mirada?, y ¿no será esa trama entre gobiernos la verdadera mafia de la que hablan todos?

En paralelo a estos desgraciados acontecimientos discurre otro evento aparentemente diferente, pero que está en el fondo totalmente vinculado al anterior. Me refiero a la cumbre de la revitalizada OTAN en la sitiada ciudad de Madrid; revitalizada gracias al impulso belicoso de Putin. La organización militar quiere repensar su estrategia como organización y aumentar el compromiso inversor en armamentos de sus integrantes, también quiere sumar donantes por el norte. Si miramos con algo de perspectiva, en el fondo usa la misma lógica que se ha usado en la valla de Melilla, hacerse más fuerte y más eficaz para la muerte, para que la sangre evidenciada defienda sus intereses. La retórica de la guerra global vuelve, cuando ya parecía imposible algo así.

Pero insisto, es la lógica del terror, del miedo. Usar la sangre para proteger nuestros paraísos solo condena a nuestra humanidad al fracaso. Tras cada muerte en la frontera, tras cada misil repelido, tras cada palmo en el muro, vendrá más gente sin nombre ni biografía a pedir lo que también es suyo, y también vendrán nuestros nombres.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios