La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Periodistas delincuentes

Si nos propusieran grabar un robo o un crimen, ¿lo haríamos (por la noticia) sin intentar impedirlo?

En el Periodismo cabe todo. Para bien y para mal, siempre ha sido así. Ya en la España de finales del XIX todos sabían que "quien pretendiese hacer carrera política debía contar con las páginas de un periódico". Y así ocurrió con Canalejas en el Herald, Sagasta con La Iberia, Lerroux con El Progreso o (el otro) Pablo Iglesias con El Socialista.

El periodismo es tan inseparable de la política como de la literatura. Con uno flujo de ida y vuelta, de colaboraciones necesarias y de tensiones inevitables, que siempre ha estado en la esencia misma del oficio. Desde que Ortega y Gasset lanzó El Sol hasta la prensa libre en la Transición con Gala, Cela, Umbral o Delibes como articulistas estrella.

Pero todo eso era cuando los periódicos empezaron a escribir la historia de nuestras democracias como "cuarto poder". Como contrapoder. Luego llegaría la revolución de internet y tocaría naufragar con las redes sociales. Con el "quinto poder". El de la gente. Y ha sido a raíz de los nuevos movimientos de interacción y participación, de confusión de roles y funciones, cuando primero se puso de moda el periodismo ciudadano y ahora el periodismo activista. Porque no son tiempos para ser neutrales; porque hay que comprometerse. ¿Pero de eso no se ha tratado siempre?

Volvamos entonces al principio: ¿en el Periodismo cabe todo? No debería. No cabe la mentira ni cualquier fin tiene justificación sin importar el cómo. Hay límites. También para la libertad de prensa. Para los viejos poderes y para los nuevos.

Este fin de semana han detenido a dos periodistas en Madrid cuando grababan a unas activistas atentando contra Las Majas de Goya. Pegaron sus manos en los marcos de los cuadros y pintarrajearon 1,5º en la pared siguiendo las protestas contra el calentamiento global que iniciaron dos ecologistas en Londres lanzando sopa de tomate contra Los Girasoles... Es vandalismo; es un delito contra el patrimonio histórico. En unos casos por acción; en otros, por omisión.

Aún recuerdo la polémica que suscitó la famosa fotografía del buitre y la niña de Sudán con que Kevin Carter ganó un Pulitzer. Y es solo un ejemplo de las tesituras, de los complejos dilemas, que siempre conlleva el periodismo.

Si tuviéramos la oportunidad de grabar un robo o la comisión de un crimen, ¿lo haríamos sin intentar impedirlo? Por el titular, por la foto, por los clics de la noticia… Incluso las causas más nobles y loables se deslegitiman.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios