Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Pentecostés

Nada acerca tanto la idea de la Gran Andalucía como el Rocío, y ese concepto viene de una aldea

No hay nada que vertebre tanto Andalucía como la romería del Rocío. Se disipan fronteras, se alivian rencillas, se olvidan suspicacias. Vuelve la Gran Andalucía y ese concepto no viene de la suma de las grandes ciudades, sino de una aldea. Alguien decía que hasta bien entrada la madrugada del lunes, el presidente de la Junta no es Juanma Moreno, sino el presidente de la hermandad matriz de Almonte.

A la misma hora de la misa de Romeros celebrada en la aldea de El Rocío, con las sevillanas de Muñoz y Pabón, en la iglesia del Carmen de Benalmádena cinco niñas y un niño hacían la primera comunión. Se llaman Raquel, Ariadna, Lucía, Nieves, Gerardo y Marta. A esta última, que es mi sobrina y mi ahijada, le tocó la lectura donde se cuenta lo que ocurrió el Domingo de Pentecostés.

Cada una de las hermandades de toda Andalucía, de buena parte de España y hasta de Bruselas que han hecho el camino trenzaban un nuevo mapa a partir de aquellas lenguas de fuego que crearon la primera escuela de idiomas de la que se tienen noticias. Marta contaba la llegada de gentes de Egipto y de Libia, de Judea y de Panfilia, árabes y romanos, de la Capadocia y de Mesopotamia. Al pronunciar el nombre de la mítica región el Tigris y el Éufrates parecían desembocar en esas aguas del Mediterráneo que hacían borreguillos en los nueve kilómetros de playa que tiene Benalmádena. Esa Costa del Sol que hechizó cuando la descubrieron a los hispanistas británicos Paul Preston y Raymond Carr. Como en la lectura de los Evangelios, este municipio en su triple denominación de Benalmádena Costa, Benalmádena Pueblo y Arroyo de la Miel, es un enjambre de lenguas y civilizaciones donde jubilados de la vieja Europa se tuestan al sol o regentan bares donde televisan partidos de cricket.

La iglesia donde el cura don Gonzalo celebró la primera comunión de la nueva Mesopotamia fue bendecida el 12 de julio de 2003. Ninguno de los nombres que acompañan la placa viven o ejercen sus funciones: el papa Juan Pablo II, el rey Juan Carlos I, el obispo Antonio Dorado Soto, el alcalde Enrique Bolín, uno de los más longevos de la democracia municipal. Lo único que sigue en pie es la Urbanización Bonanza, que es de 1965. Tiempos de la Ponderosa. Ha llovido mucho, pero un año antes, en 1964, fueron los Juegos Olímpicos de Tokyo y el año próximo vuelve la antorcha de Coubertin a la capital del Japón.

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