Son argumentos tan valiosos como los de cualquier otra persona. Cuando vienen de un torero tienen una determinada singularidad tal como están las cosas en su profesión. La entrevista se publicaba el pasado día 1 de junio en la contraportada de nuestro periódico, sobre el dilema que tiene planteado la tauromaquia -de la que me declaro seguidor incondicional- al prestigioso torero Sebastián Castella. Tras la pregunta sobre si peligra la tauromaquia como espectáculo en nuestro país, el diestro contestaba: "Peligra todo en España ahora mismo. Nosotros estamos pidiendo el sitio que nos corresponde tanto por historia como por impacto social y económico". Me gustaría ocuparme de este grave problema de los toreros y del complejo momento que pasan el arte admirable del toreo y los toros en general. Pero me llama la atención sobre todo lo dicho por Castella que aquí peligra todo. Y es que el insoportable descalzaperros por el que pasa la economía y otros aspectos de la actualidad española, es ciertamente inquietante y demoledor.

En la última sesión del Congreso sobre la nueva prórroga del estado de alarma las profundas y endémicas contradicciones de la política española se manifestaron una vez más en un clima tenso y convulso, normal en la cámara baja dado el talante de algunos diputados. En general había una casi exhaustiva animadversión contra el Ejecutivo, que no impidió que la propuesta saliera adelante. Lo más llamativo, por no decir otra cosa, lo protagonizó Ciudadanos, un partido residual que sigue su camino a ninguna parte. Su portavoz adjunto, el onubense Edmundo Bal (abogado del Estado cesado por el Gobierno por su postura en el proceso contra los independentistas catalanes), puso cual chupa de dómine al Gobierno, es más le dijo al presidente que no les gusta, pero votó a su favor. Los de ERC con el desabrido Rufián, empeñado en su mesa negociadora, se abstuvieron (en el fondo un apoyo). No digamos de los vascos del PNV, con sus lecciones políticas con su altanero y suficiente portavoz, Aitor Esteban, que además exigió a Sánchez que le consultara antes de tomar una determinación. El presidente ni se inmutó. Y en fin Podemos, con su portavoz adjunto Jaume Assens, no sólo elogió la actuación del Gobierno sino que desbrozó todo un discurso de burdas manipulaciones e inexactitudes. En suma un cúmulo de contradicciones. Peligro el que corre el propio gobierno en minoría que siente en el cogote el frío aliento como afilado cuchillo de su socio de gobierno, Podemos; la amenaza implacable de los nacionalistas independentistas catalanes, la presión pérfida y egoísta de EH Bildu y el PNV, todos ellos propicios a la fragmentación aniquiladora del país, además de la paranoia de la llamada derecha, que debe agudizar ese insomnio del que se quejaba el presidente. Todo dentro de esta dialéctica maniquea y polarizadora que fomenta la división social, la invalidez parlamentaria y la crispación, de la que se alarman tantos.

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