La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Pedro no cederá

Sánchez ha demostrado ser capaz de todo, hasta de sacar otra vez las urnas y que parezca que son otros los que lo obligan

El pulso entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias sobre la investidura del primero se mantiene imperturbable, pero la suerte está echada: lo ganará Sánchez. ¿Con Gobierno de coalición, como exige Podemos, o con Gobierno de cooperación, como ofrece el PSOE? Quizás ni con uno ni con otro, sino con repetición de elecciones generales. El drama es que las nuevas elecciones reproducirían el problema. ¿Qué haríamos entonces?

Pablo afronta el pulso desde una posición de extrema debilidad. No sólo es más frágil ahora que en 2016, cuando exigió medio Consejo de Ministros y designó a sus titulares antes de empezar a negociar con Pedro, tiene muchos menos diputados, ha dejado de ser la tercera fuerza política y carece de poder territorial. Es que, además y sobre todo, sólo salvaría su liderazgo en Podemos si consigue ser ministro. Su juego es a vida o muerte desde el punto de vista personal-político. Como se dice de los toreros: o puerta grande o enfermería.

Mientras Iglesias no tiene otra salida que arrancarle el Gobierno de coalición con todos sus avíos a Sánchez (con ministros, nada de secretarios de Estado o directores generales), éste dispone de un amplio margen de maniobra. Más aún, ya está trabajando en las distintas opciones que se le abren en su condición objetiva de líder más votado. Desde promover la investidura en segunda votación a base de cesiones presentes o futuras a los independentistas catalanes ganados por el pragmatismo hasta la negociación -soterrada, por persona interpuesta- con los postetarras de Bildu, a fin de juntar más síes que noes-, hasta el golpe de efecto que supondría una oferta de coalición de verdad a Ciudadanos que pondría a este partido en una tesitura muy delicada y a Albert Rivera en su encrucijada más decisiva. Nadie duda de que Pedro Sánchez es capaz de todas estas maniobras, y de más.

Como también es capaz de conducir a España a otras elecciones generales, en noviembre, y de convencer a los españoles de que son los demás (Rivera, Iglesias, Junqueras) los que las provocan. Esta alternativa resulta especialmente irritante e irresponsable. Nadie sabe qué saldrá de las nuevas elecciones, pero lo más probable es que el PSOE avance en detrimento de Podemos y el PP en detrimento de Cs. Todo ello sin mayoría absoluta y volviendo a la casilla de salida, o sea, a la situación actual.

A eso vamos si Sánchez y Rivera no cambian radicalmente. Un milagro.

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