Los confinados estamos clasificados: los que piensan que enclaustrarse no es lo peor que pueda pasar (hablamos con los nuestros, leemos, cocinamos por gusto…), y los que piensan que con tantas rutinas programadas se llegará a perder la cabeza. Están los que califican como drama el vivir esta situación en Semana Santa, el Rocío, la Primera Comunión de la niña o la boda de la vecina, y los que consideran todo esto anecdótico, porque ignora si podrá seguir o no en su trabajo cuando todo haya pasado.

Nunca nos hubiésemos imaginado que los andaluces, en estas fechas, pasarían tanto tiempo apoyados en el balcón, ayudando a los niños en sus tareas, y esperando que lleguen las 20 horas para salir a la ventana a aplaudir (ya se olvidaron los motivos, qué más da) para luego amenizar a los vecinos más próximos con un repertorio musical que empieza con el Resistiré y termina con el himno de España.

Tampoco conviene engañarse con que vivimos todos en paz y armonía. La conformidad y la buena convivencia a veces actúan como mantas que ocultan gestos menos pacíficos: Esas cabezas pensantes, que proliferan a una velocidad mayor que la del Covid 19; que pasan su confinamiento vomitando en las redes sociales, enfáticamente, con tono de solemnidad y copiadas de otros, por supuesto, frases destructivas sobre el futuro de la enfermedad, tienen poco que ver con la paz y la armonía. Inevitable el hastío que producen.

Me irritan los aficionados a la ciencia ficción que presumen conocer el origen de la expansión del virus: que si se explica por razones meteorológicas, que si las zonas soleadas del planeta tienen una cierta inmunidad... Me aburren los Premios Nobel en Economía cuando aseguran que todo ha sido una idea de China para fortalecer su mercado bursátil. Me hartan los apasionados de lo apocalíptico, apremiándonos a ser buenos, porque este virus ha nacido como consecuencia de nuestros errores en la vida o los que aseguran que todo es un complot para dejar el planeta únicamente con una población joven.

Si estas son mis sensaciones cuando paseo por las redes, imaginen cómo de noqueado quedó mi estado de ánimo escuchando a Casado en el último debate, dando lecciones sin rubor sobre "lo que hay que hacer". Comprendan, en este contexto, lo que me inspiró el españolísimo Abascal, cada día está más convencido de que patriota es sinónimo de patriotero. Y CEOE y Cepyme se niegan a participar en el diálogo social propuesto por el Gobierno.

¿Paz y Concordia, decíamos?

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