Se acerca la fecha en que celebramos la festividad de Santiago Apóstol, Patrón de España. ¿De qué España? Hoy las cosas están y peor se pondrán para identificar a este país que hace muchos años era un remanso de paz, de trabajo y de prosperidad. Pero las circunstancias, la mala política, los odios y los afanes de revancha independentista, han dado la vuelta a la tortilla que siempre había sido gemela de la piel de toro.

Pese a todo esto y mientras la lógica, la tradición y el amor de muchos subsista, Santiago Apóstol seguirá siendo el Patrón de la verdadera y única España.

Mucho se ha discutido si el santo apóstol llegó a estar en esas tierras gallegas en su etapa predicadora. Por qué no. También se polemiza si el Cid ganó alguna batalla después de muerto, como cuenta la Historia y en días actuales hasta hay quien no cree que el hombre llegara a la Luna. Como en el símil taurino: hay gustos para todos.

Lo que más preocupa es ver cómo un alto número de jóvenes en edad escolar confunde a Santiago con su homónimo de apellido Bernabéu. En la España de hoy, tan maltratada, engañada y puesta a parir, la devoción al Santo se va desvaneciendo, forzada por nuevas ideología y prácticas de actuación que afianzan más los tornillos materialistas que el espíritu, religioso, otrora existente. Quitando alguna autonomía responsable, ya el día del Patrón no es ni festivo. Tan solo algunos ayuntamientos, arraigados a la tradición local, lo celebran y en estos tiempos de pandemia, ni eso.

Entre tanta confusión ambiental, política, y también religiosa en algunos aspectos sin aclarar, llegamos de nuevo a esa fecha del mes de julio, que siempre tuvo el fuerte y bello carácter de la españolidad, con la desidia y la ambigüedad a que están sometiendo nuestros eternos valores.

El día de Santiago Apóstol seguirá trayéndonos a todos la memoria de un Camino (con Mayúscula) que desde toda Europa acercaban a miles de devotos en una práctica ancestral de amor y devoción al apóstol seguidor de Jesús.

Muchos, cerraremos los ojos ante la ignominia del olvido y aspiraremos con profundidad ese incienso lejano de humo permanente del botafumeiro que penduleará en la catedral burgalesa al son de un himno que todos llevamos en el corazón. El homenaje en la plenitud veraniega a Santiago es un canto de victoria en que la palabra y la catequesis de aquel apóstol vinieron a nuestras tierras a romper la oscuridad para alegrarnos con la luz de la fe católica.

Con toda amistad felicitamos a quienes llevan este nombre, lo pasan a sus hijos y descendiente, porque con ello honran el sentido de la hasta ahora mayoritaria religión en nuestro país. Un solo grito para un pueblo unido en su destino y libre, en lo que puede, para seguir en esa estela que marca el corazón con un solo lema. ¡Santiago, Patrón de España! Un orgullo para nuestra patria y no para esa "matria" que ahora ha surgido. ¡Basta ya de sandeces!

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