En las múltiples celebraciones que hemos vivido estos días en un entorno tan amplio y tan fervoroso como puede depararnos la multitudinaria devoción rociera, "Huelva es Rocío", no han faltado las publicaciones. Lo comentaban en sus intervenciones el presidente de la Hermandad Matriz de Almonte, Santiago Padilla Díaz de la Serna y el presidente de la Hermandad de Huelva, Juan Carlos Rubio García, porque grande, extensa e inacabable es la copiosa bibliografía que ha privilegiado esta tradición secular. El propio presidente de la hermandad almonteña ha contribuido a su proliferación con varios libros, de un valor singular, que son fundamentales en lo que ya es un exquisito e imprescindible legado literario.

Dentro de la cruel fatalidad que ha supuesto esta maldita pandemia que padecemos, que en el múltiple ámbito del Rocío ha supuesto tantos estragos y perjuicios, ha hecho que la estancia de la Virgen en Almonte haya coincidido con tan nefasta calamidad y los almonteños la hayan soportado junto a su Reina y Patrona, a la que han podido ver y venerar a diario. Ello me ha llevado a recordar las casi innumerable idas y venidas de la Blanca Paloma entre la aldea y su pueblo. Y hay una referencia tan excelsa como notable de la que es autor Rosendo Álvarez Gastón, el entrañable e inolvidable Don Rosendo, un sacerdote navarro, que se entrañó en Huelva con acendrada y fructífera devoción rociera, de la que captó de inmediato la riqueza espiritual de tan excepcional religiosidad popular andaluza .

Rosendo Álvarez Gastón llegó a Huelva recién creada la Diócesis, fue director de la Casa de Ejercicios Virgen de la Cinta, director espiritual y rector del Seminario, párroco de Almonte, capellán del Santuario del Rocío, profesor de Religión del Instituto de Almonte, delegado diocesano del Clero, capellán del Santo Ángel, profesor de Religión del Instituto La Rábida y Vicario General del Obispado de Huelva. En 1984 fue nombrado obispo de Jaca y en 1985 obispo de Almería. En sus últimos años volvió a Huelva y prosiguió su fructífera dedicación a los temas del Rocío que plasmó en sus libros, especialmente en "Las raíces del Rocío" (Devoción de un pueblo), un riguroso y profundo estudio sobre la espiritualidad y el fervor popular de tan arraigada devoción.

Quiero recordar especialmente "Pastora y peregrina" (1977), un texto de impagable valor de investigación, que guardo junto a otros afectuosamente dedicados, con el que Álvarez Gastón nos relata con minucioso detalle los motivos por los que la Virgen era trasladada a Almonte: sequía, enfermedades, epidemias y las "necesidades del pueblo" en los tres últimos siglos, detallando anécdotas y curiosidades: vino en tres ocasiones en el mismo año 1738, y también en el siguiente; los más de dos años que estuvo en Almonte en 1755 para reconstruir la vieja ermita derruida por el terremoto de Lisboa… Toda una reflexión pastoral sobre el significado espiritual de estos traslados.

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