En mis recuerdos de infancia, la figura de Papá Noel no existe: los Reyes Magos no tenían en aquella época que soportar competencia alguna y si en la noche del 5 de enero dejábamos nuestros zapatos próximos al balcón o ventana, mejor con algo de pienso para los camellos y, si acaso, con una copita de aguardiente para Sus Majestades, era seguro que algún juguete llegaría en lugar del temido trozo de carbón, amenaza para los niños que no se hubieran portado bien a lo largo del año recién terminado. No sospechábamos entonces que en otros países, a partir de la figura histórica de Nicolás de Bari, un santo del siglo III, nacido en lo que ahora es Turquía y que fue nombrado patrono de los Países Bajos (Sinterklaas, su nombre en neerlandés), los emigrantes holandeses que fundaron Nueva Amsterdam (hoy Nueva York) lo llevaron allí, donde su nombre evolucionó hasta el de Santa Clauss, a lo que no fue ajeno nuestro conocido Washington Irving. Regresando a Europa con ese nombre, su imagen y su leyenda se fundieron con los del francés Père Noël (Papá Noel) y otros personajes parecidos.

Los Reyes Magos tenían detrás el poderoso apoyo de la Iglesia; los avatares de Santa Clauss / Papá Noel, el de la maquinaria capitalista que les promocionaba desde USA y Europa, incluyendo la omnipresente Coca Cola. Pero la pugna se va decantando sin remedio a favor de estos últimos porque se adelantan a los soberanos de Oriente y llegan en Navidad, cuando los escolares están en la primera fase de sus vacaciones. Pocos se atreven -y cada vez menos y de mayor edad- a decirles que deben esperar al final de esos días de fiesta y ocio para disfrutar de sus juguetes.

Aquí la Iglesia vuelve a perder el tren del pragmatismo por anclarse en tradiciones que, en este caso al menos, ni siquiera atentan contra sus dogmas. Según mis noticias, solo la Iglesia Armenia mantiene unidas las fechas de Navidad y Reyes. Pienso yo que sería relativamente sencillo que católicos, anglicanos y ortodoxos se pusieran de acuerdo para trasladar la fiesta de la Epifanía, por ejemplo, al 26 de diciembre, fecha muy oportuna para que Melchor, Gaspar y Baltasar adoren y entreguen sus ofrendas al Niño recién nacido. A todo esto, en mi casa los Reyes continúan dejando el 6 de enero regalos a los nietos, que ya recibieron los de Papa Noel (vía mamás y papás propios) doce días antes. Y ellos encantados por la duplicidad.

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