Visiones desde el Sur

Pandemonio (I)

Lo malo es utilizar la rabia y la desazón por no haber llegado al poder y poner palos en la rueda de la gestión

Hay que seguir manifestando con contundencia que la política es necesaria. Y que, dentro de las diferentes formas en que se nos revela, la democracia es, con diferencia, el mejor sistema posible para dotarse de un gobierno. La ciudadanía no debe tener duda alguna al respecto, a pesar del negro espectáculo que estamos observando un día sí y otro también en España.

A nadie hay que culpar de la composición actual del congreso de los diputados en nuestro país, excepto a nosotros mismos. Fueron, en su momento -cuando se celebraron las últimas elecciones-, el fiel reflejo de la opinión de los españoles, manifestada en unas elecciones libres en donde cada uno de nosotros decidió quiénes eran las personas y los partidos que deberían representarnos. Y eso es lo que tenemos, la suma de nuestras decisiones individuales. Que además no es discutible.

Esa cámara conformada por 350 diputados eligió, con todos los perejiles necesarios establecidos en las leyes, a un Gobierno para que rigiera nuestro devenir como pueblo. Y eso tampoco puede ponerse en cuestión nos guste o no el mismo, o por mucho que algunos de los perdedores en esa contienda legítima por llegar al poder, se vieran cercenados por falta de los apoyos necesarios de acceder al imperium, y, ahora, desde el minuto uno del comienzo de la legislatura hasta el día de hoy, manifiesten de manera reiterada y machacona, como si esa iteración pudiera alterar los resultados, que el gobierno actual no es legítimo. Mienten, a sabiendas, los muy bellacos.

Bueno, pues, desde que el pueblo soberano, porque esto es así y está en la Constitución española, decidiera lo que entendió oportuno, y trajera como resultado el gobierno existente, hay una serie de partidos, que quedaron excluidos de la composición del gobierno que nos dimos, que se han empeñado en tumbarlo cuanto antes, alegando patochadas e irreverencias para confundir a la opinión pública; es decir, a nosotros, a los votantes. Y bueno… hasta ahí, podría aceptarse en un régimen democrático en donde la disidencia y la pluralidad de criterios, no solo es buena sino necesaria.

Lo malo es utilizar la rabia y la desazón por no haber llegado al poder, en medio de una pandemia como estamos, para poner palos en la rueda de la gestión, y no solo no ayudar, sino entorpecer cuanto más mejor. Porque eso, el no ponerse de acuerdo en estos momentos, genera muertos. Como ejemplo, ahí está Madrid, un pandemonio: un infierno. (…)

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