Visiones desde el Sur

Pandemonio (II)

La deslealtad política, la guerra partidista, el asalto al poder en uno u otro lado, la falta de políticas de Estado

Decíamos que no ponerse de acuerdo, desde la política, en las decisiones que han de adoptarse en todo aquello que afecte a la salud y a la vida de la ciudadanía, genera graves consecuencias: incluso la muerte de muchos ciudadanos.

Ahí está la pandemia, exuberante de datos relativos a los afectados y a los muertos, aunque aún no sepamos, después de nueve meses, cuántos han espirado de esto o de lo otro, lo que en la era de la informática no deja de ser una aberración.

Pero no es la telemática, no, la culpable de la no concordancia de los datos suministrados por unos y por otros; lo es, exclusivamente, la deslealtad política, la guerra partidista, el asalto al poder en uno u otro lado y la incapacidad para establecer políticas de Estado en temas esenciales por quienes han de hacerlo.

Pero, también decíamos ayer, que la política es necesaria. Que la democracia es el mejor sistema político. Que la división del poder en ejecutivo, legislativo y judicial es la mejor herramienta para garantizar el equilibrio necesario para que no se cometan abusos o, en todo caso, se puedan aminorar los efectos de tales invasiones del espacio de cada cual, y sobre todo de hacer justicia a quienes se saltan a piola las leyes.

No obstante, la lucha entre los poderes citados (a los que podríamos sumar otros: el económico, el geoestratégico, el mediático…, que los anteriores son los encargados de resolver) viene de viejo, desde que Aristóteles y Locke lo esbozaran y Montesquieu terminara acuñando dichos términos.

A pesar de lo dicho, la pelea -cainita a veces- entre esos tres bastiones que sostienen a las democracias, ha dejado millones de páginas escritas por sus desavenencias. Y también de fallecidos, de miles de millones de difuntos.

Pero, ciñéndonos a la España que vivimos en estos cruciales momentos, habría que poner sobre la mesa, de una puñetera vez -con perdón-, el por qué los partidos políticos y sus líderes nacionales son incapaces (sobre todo para los que gobiernan en las diferentes estructuras administrativas del Estado, consagradas en la Constitución), de llegar a un acuerdo en algo tan crítico y severo en todos los órdenes como la pandemia generada por el Covid-19, y andan sin embargo, enredados en disputas estériles: puramente partidistas.

La resultante de todo ello es la siguiente: o están incapacitados para gobernar, es decir, para defender los intereses de la ciudadanía, o les importa un bledo los muertos.

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