Pandemia y apartheid de vacunas

La salvación a cualquier pandemia debería tener un alcance global, o no sería solución

Desde el momento en que se vislumbró la llegada de la primera vacuna contra la Covid-19 han aparecido conflictos y debates éticos significativos. Primero, las tropelías de muchos aprovechados para vacunarse antes que los demás; después, el relacionado con la distribución universal de la vacuna; y ahora, y con mucha fuerza, el planteado por la gente reticente a que se le administre la vacuna. Estos debates entran de lleno en cuestiones sociales de calado, como son las políticas de lucha contra la pobreza, con sus patentes y privilegios, la pulcritud en la dedicación pública, y la difícil gestión en comunidad de los derechos colectivos y los individuales. Al final, la necesidad o el miedo sacan a la luz los grandes conflictos civilizatorios larvados tras la publicidad y el consumo, pero es importante aclarar que no todos esos conflictos generan la misma pobreza. Gordon Brown, el que fuera premier británico, se ha preguntado retóricamente si ¿vacunas para todos o apartheid de vacunas? Es evidente que ya estamos en el segundo caso. Cualquiera que lo piense mínimamente concluirá que la salvación a cualquier pandemia debería tener un alcance global, o no sería solución, pero incluso así se impone la salvaguarda del privilegio de una manera visceral, poniendo en riesgo nuestra propia supervivencia (recordemos que lo mismo ocurre con la crisis climática). Además, corremos el riesgo de que esta dinámica se cronifique; observemos que cualquier mutación grave del coronavirus supondrá la necesaria fabricación apresurada de una nueva versión de vacunas, que nuevamente solo serán distribuidas en el norte. Inconscientemente vamos empujando al sur empobrecido al reservorio natural de la Covid-19, y de paso agrandando la brecha que separa a la humanidad y nuestra propia ruina moral.

La resistencia de grupos de población en Europa y en Estados Unidos a vacunarse ha desviado por completo la atención sobre la cuestión de la vacunación universal. Este segundo aspecto ético vinculado a las vacunas, que supone navegar en esa delgada línea de crispación entre derechos y deberes como ciudadanía, es sólo un debate prioritario en regiones privilegiadas, allí dónde va a atenderte un médico, seas "anti-vacunas o pro-vacunas". La negativa a vacunarse podría esconder algo de ese egocentrismo enraizado en nuestras comunidades, pero ahora sobre todo esconde el derecho de los más pobres a recibirla.

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