Enero, en plena cuesta de gastos, de ajustes de cuentas después de las largas y numerosas fiestas celebradas desde hace un mes, de una carga existencial en los vaivenes de la cesta de la compra, de un cúmulo de falsas promesas políticas, se cura de espanto y se apresta a una lucha sin descanso para atacar a un año que da poca tregua para las alegrías.

Nosotros, los onubenses, hacemos un alto en el camino para el día 20 mirar a lo alto y ampararnos en nuestra tradicional devoción a esa figura que desde hace siglos mantenemos en nuestro espíritu como protectora de la ciudad: nuestro Patrón San Sebastian.

La llegada de ese día en que tantas cosas evocamos y seguimos manteniendo, eleva un símbolo que de siempre arropó la festividad patronal: el palmito.

Este sencillo y salvaje vegetal silvestre, es para nosotros oro puro de tradicion Patronal. Desde pequeño, enero, San Sebastian, y los palmitos fueron unidos en nuestra mente choquera como algo natural, indiscutible y necesario para airear nuestros sentimientos tradicionales

En verdad que las cosas varían y hoy aquellos numerosos puestos de palmitos, sobre el acerado de la calle, mostrando su belleza y abundancia de hijuelas, tendidos sobre una cuerda entre dos sillas, ya apenas se ven. La modernidad y los nuevos tiempos de un siglo loco, sin memoria y sin sentimentalismo está ahogando la inocente espera de esa fruta vegetal ídolo de muchos y delicias de los pequeños en su rítmico deshojar, buscando la sorpresa de esa barquillo amarillo, dorado, que se hace amarga delicia en el paladar.

El Palmitos, así con mayúscula, se ha hecho un símbolo y hasta un premio. Alguna institución popular ha creado sus premios anuales con esta figura de las antiguas huertas que rodeaban a la ciudad y que cuando llegaba la fiesta del Santo Patrón, se colgaban en los marcos de las puertas en las fachadas del barrio con el nombre del mártir romano.

La cadena SER, Radio Huelva, los concede cada año para distinguir a personas o entidades, a los que se quiere agradecer alguna de sus manifestaciones en favor de la ciudad. Ya lo hacía desde años con la uvas en la Nochevieja y ahora lo extiende a los palmitos en un compromiso de amor con la eterna Huelva, en colaboración con el Ayuntamiento.

He tenido el honor de haber sido honrado con estos dos símbolos y me siento orgulloso de, también por ellos, sentirme más onubense y más entrañado con mi tierra.

La fiesta de San Sebastian, debiera estar más protegida. Lo que tiene en la actualidad se lo debe a la Hermandad de los Estudiantes a quien tanto hay que agradecerle y al Ayuntamiento de Huelva que no la olvida. Pero, a mi humilde juicio, sigo opinando lo que tanto años añoro y repito: El Patrón de Huelva necesitaría una Hermandad propia o unida a la de la Patrona. Es una idea, un sueño, tal vez una posibilidad.

Mientras tanto, todos debemos reforzar la fiesta Patronal, su culto, su tradición, y su bandera de antaño alzada al fresco aire de principio del año: ¡ los palmitos!

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