Ajuste fino

Antonio Castro / Ancastro@huelvainformacion.es

Paisaje después de la batalla

HAY ocasiones en las que resulta necesario hacer un alarde de comprensión hacia manifestaciones espontáneas de carácter popular que pueden tener un origen hasta cierto punto justificado. La reacción de cientos de onubenses recibiendo al presunto asesino de Mari Luz puede ser uno de estos casos, sobre todo cuando se ha vivido durante dos meses el grado de máxima tensión que preñaba el ambiente en Huelva mientras se trataba de dar con la pequeña y después con el presunto autor de su muerte.

Sin embargo, también es cierto que en torno a estos movimientos espontáneos, hacia los que, insisto, puede ser necesario a veces un cierto grado de comprensión, se mueve una turba de gente que suele aprovechar cualquier estallido social para ensayar prácticas antisistema.

Por muy comprensible que sea el grito contra un presunto asesino, lo que parece menos asumible es incendiar contenedores o romper mobiliario urbano, apedrear a las fuerzas del orden e incluso a los periodistas y en todo caso mostrar una actitud que nada tiene que ver con el asunto.

Frente al desvarío de un grupo de incontrolados que incluso nublan con su actitud el sincero dolor de la mayoría de los onubenses, se alza como un ejemplo el padre de Mari Luz, Juan José Cortés, que siendo como es una de las personas sobre las que ha caído el mayor peso de la tragedia ha sabido como nadie mantener los principios y valores más elementales de la convivencia entre personas. Quizás por respeto a él y a la propia Mari Luz, después de la batalla, algunos incontrolados tendrían que hacer examen de conciencia.

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