La batalla fiscal lanzada por Juan Manuel Moreno ha atraído sobre él todos los focos del país. Y ha marcado la agenda política nacional para complacencia propia, a costa de distorsionar su imagen moderada. El primer gran movimiento de su nuevo gobierno de mayoría absoluta ha sido entrar en la competición fiscal, iniciada hace tiempo por las comunidades forales y recientemente por Madrid. Con esta táctica se ha apuntado tres tantos. 1. Defiende su región, con el argumento de que Andalucía recauda más con menos impuestos. 2. Invita a su partido en toda España a marchar por la senda de la rebaja impositiva. 3. Se coloca primero en una eventual sucesión futura a Feijóo dentro del PP. Strike. Para Andalucía tiene cierta lógica: si no puede rivalizar con ventaja en innovación, productividad, formación, capital o salarios, al menos puede tener menos impuestos que otros territorios, evitar que las fortunas locales emigren o captar inversiones foráneas.

Este movimiento ha sido replicado con un plan del Gobierno central para gravar a las grandes fortunas. Es una guerra improvisada por ambas partes. En junio el PSOE votó contra una propuesta de Podemos para crear ese impuesto y en el programa del PP para las elecciones andaluzas sólo se habla de "bajada progresiva" en Patrimonio. Pero estamos inmersos ya en la campaña de las municipales y en la ofensiva final de los populares contra Sánchez para las generales. Nada de eso contribuye a un debate sereno. Hay un sistema de financiación autonómica que perjudica gravemente a Valencia, Andalucía, Murcia y Castilla-La Mancha. El Gobierno de la nación tiene ahí una grave responsabilidad: se queja con razón de que el CGPJ esté caducado desde hace cuatro años, pero tiene en vigor una financiación autonómica agotada hace ocho.

No deberíamos entrar en una competición sobre el dogma del Partido Republicano americano de que mientras menos impuestos haya, más se ingresa. La teoría de Arthur Laffer aplicada por Reagan produjo menos recaudación, más déficit, menos gasto público, más inflación, subida de tipos de interés y una recesión que llevó a Clinton a la Casa Blanca con el lema "es la economía, estúpido". Y sería conveniente que en estas escaramuzas no se nos olvide que pagar impuestos es patriótico; sin ir más lejos han sido los fondos públicos y la gestión pública europea, nacional y regional las que nos han sacado del Covid.

Se puede entender que desde su ideología el presidente quiera seguir la senda de Reagan y los Bush; es su ámbito legítimo en representación de una amplia mayoría. Sin embargo, el llamamiento explícito a empresarios catalanes para que abandonen su comunidad autónoma roza la catalanofobia. Eso se parece más al provocador estilo de Ayuso que a la traza conciliadora de Moreno con la gestión siempre por delante. Ojo con los focos.

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