Hay un lugar en el que la relación entre Pablo Sycet y Gibraleón cobra un relieve especial. Es la Vinoteca de Blanco a Tinto, cuyo espacio para exhibiciones ocupa con relativa frecuencia las exposiciones del artista o las por él organizadas, a veces con obras de otros que ha ido adquiriendo a lo largo de su vida. La mano siempre tendida de Pablo, junto con el buen hacer de José Manuel y Pepa, ha contribuido a hacer de la Vinoteca un recogido templo de las artes plásticas en el que la producción de creadores de Huelva y de otros lugares, acompañada de buenos vinos locales y foráneos, encuentra acomodo para el disfrute de los que aprecian la degustación del arte y la gastronomía en un entorno acogedor.

Pablo Sycet se encuentra en una etapa de madurez personal y artística en la que la creación propia y una actividad incansable de gestión cultural y de comisariado llega a producir a veces la sensación de que posee el don de la ubicuidad. Disfrutaremos de una buena muestra de ella con la exposición Travesía entre dos mundos, que se inaugura mañana en la Sala de la Provincia de la Diputación de Huelva y que recoge una selección significativa de su obra multifacética en el marco del Otoño Cultural Iberoamericano (OCIb), cuyo expresivo cartel es también obra suya. Le he oído recientemente que se encuentra "en la última etapa de su vida", afirmación que, ante lo que acabo de decir, puede parecer fuera de lugar. Es cierto que últimamente piensa mucho en la muerte, no porque le preocupe de manera especial el destino que a todos nos aguarda, sino por prevenir el futuro de su colección, formada por obra propia y ajena y que contiene también elementos que documentan momentos clave de la cultura española de la transición. De esa reflexión surge un impulso en el que se une la generosa actitud previsora y la aspiración a la permanencia, tal vez la inmortalidad, que todo artista lleva dentro. Con esta finalidad nace la Fundación Olontia, llamada a custodiar un valiosísimo legado para que quede unido definitivamente a la villa de Gibraleón.

Si se concretan, además, las esperanzas de que venga a Huelva una parte importante de la obra de grandes artistas como Daniel Vázquez Díaz y de José Caballero (Juan Villa me apunta que también la de Jorge Camacho, tan unido a Huelva y Doñana), podríamos concebir la ilusión de que en el mundo cultural onubense algo empieza a cambiar. Para bien.

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