El nuevo secretario general del PSOE andaluz ha organizado un equipo de 11 mujeres y 10 hombres, para escuchar a la sociedad y conseguir que su partido sea el que más se parece a Andalucía. Pero el método recuerda errores del pasado. Los miembros del equipo están colocados en instituciones, con sueldos públicos: ocho alcaldes, cuatro concejales, dos diputados en el Congreso, dos directivos del Ayuntamiento de Sevilla, una senadora, una consejera de la RTVA, una dirigente de UGT… Para parecerse a la sociedad andaluza y escucharla, al comité de Juan Espadas le faltan trabajadores por cuenta propia o ajena, obreros, parados, jubilados… Sólo hay igualdad de género. En época del antiguo régimen, la etapa Chaves-Griñán-Díaz (1990-2019), en la que desde la Presidencia de la Junta se accedía a la Secretaría del partido, los comités provinciales se reunían por la mañana. Los miembros de la nomenklatura no tenían obligaciones laborales o cursos de formación que a un ciudadano común le impedirían asistir en horario laboral. Ahora se repite la pauta.

Tras un proceso de treinta meses para desalojar a Susana Díaz de la Secretaría del PSOE regional, sus enemigos tienen hoy la tarea más difícil; construir una alternativa ganadora al PP, enseñoreado en la Junta. Hace cuatro años se celebró el 13 congreso socialista andaluz, en el que un 90% de los delegados eran susanistas. Para un partido tan institucional, la pérdida del poder en San Telmo supuso la desaparición de miles de empleos y los perjudicados buscaron liderazgos más rentables. Después de muchos titubeos, ha llegado la elección de Espadas como secretario sin un congreso, ignorando el artículo 5 de los estatutos del partido, con la complicidad de todos los organismos de control, que han hecho la vista gorda.

Después de tantas batallas, la eliminación de la jefa sureña a manos del pedrismo ha sido una muerte dulce: se elige por primarias un candidato a la Presidencia de la Junta y resulta por ensalmo investido del liderazgo del partido y con la secretaría general. Ahora el nuevo jefe tendrá que conciliar a las distintas provincias, sensibilidades y familias (toscanistas, alfonsistas, romanistas, pacoreyistas, pizarristas…). Necesita tiempo para fundar una nueva autoridad sin el BOJA de sus predecesores; su apoyo a los presupuestos de la Junta quitaría a Moreno una excusa para convocar elecciones anticipadas. Y debe además darle contenido a sus eslóganes. Por ejemplo, al municipalismo. El alcalde de Málaga lleva décadas reclamando la transferencia a los ayuntamientos de las competencias en vivienda, políticas activas de empleo, asuntos sociales e instalaciones deportivas. El municipalismo de Espadas no se sabe qué es, salvo un refugio laboral: al senador que ha dejado su puesto a Susana Díaz lo han recogido en el Ayuntamiento de San Fernando en un chiringuito sobre la Agenda 2030. De momento el PSOE andaluz sólo se escucha a sí mismo.

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