La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El PP, un partido sin militantes

Una mentira más del PP: más del 90% de sus militantes no militan, no son afiliados a nada, sino apuntados

Supo irse Rajoy, con dignidad y prudencia, pero sus sucesores no están sabiendo quedarse. Les ha dejado un partido perplejo, desacostumbrado a la derrota, construido desde arriba y abocado a unas primarias para las que no se ha preparado nunca en su historia. Ha puesto, en realidad, al PP ante el espejo que le devuelve una imagen muy insatisfactoria: la de un partido sin otro cemento que el ejercicio del poder.

Perdido el poder, todo se resquebraja. Por supuesto, la unidad, cuarteada en banderías que se sustentan en la pura ambición sin asomo de ideología (¿qué diferencias ideológicas existen entre Soraya, Cospedal y Casado? Más aún, ¿qué proyectos tienen cada uno para España?).

Peor es que el mecanismo ajeno de las primarias ha desvelado una verdad desoladora: el Partido Popular no es propiamente un partido. Lleva décadas jactándose de ser el partido con más militancia, y más fiel, de la democracia española y ha bastado la exigencia mínima de inscribirse para elegir al nuevo líder -y pagar veinte euros los que no abonaban la cuota- para desmantelar el pretencioso mito. El tinglado se ha venido abajo.

No eran 869.000 los militantes. Ni siquiera 69.000. Al final la militancia real ha quedado en 66.000. El 7,6% de los que nos habían dicho, una vez que se depuró el censo inflado durante años por las sucesivas direcciones y los caciques territoriales, las primeras para presumir y ganar seguridad y los segundos para mangonear y controlar la máxima influencia en los congresos. Ninguno se preocupó de dar de baja a los fallecidos o ilocalizables. Valía todo. Hicieron militante a cualquiera que pasaba un día por la sede, mostraba euforia en un mitin o se hacía un selfie con Mariano en un mercado. Un partido enclenque.

Una mentira más del PP. No había apenas afiliados que se comprometieran a trabajar por unas ideas y levantar un proyecto político, sino apuntados coyunturales con vocación de células durmientes o sesteantes. Este déficit de la militancia aparente arrastra dos peligros. Uno, general, que devalúa la importancia de las elecciones primarias como instrumento de democratización. Dos, concreto, que puede falsear su resultado, en la medida en que la decisión final sobre el sucesor de Rajoy corresponderá a los tres mil compromisarios... elegidos según los censos inflados de cada provincia. Votarán también los muertos, desaparecidos y morosos.

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