Visiones desde el Sur

Orwell

Por qué hemos de doblegarnos sin más a los intereses espurios de los que manejan el dinero de todos

En este tiempo que transitamos como podemos, debido a la maldita presión de los mercados y al entreguismo de muchos políticos a la causa ultraliberal por un lado, o, a su propia incapacidad para el ejercicio de la res pública por otro, pensar, lo que se dice pensar con nitidez, se está convirtiendo en un proceso cada vez más espinoso y puede que hasta peligroso.

Secularmente hemos recibido una maldita formación que nos impide mostrar que cuando realmente lo estamos pasando mal, lo manifestemos. A lo más que llegamos cuando nos preguntan cómo estamos, es a decir un ¡vamos tirando!, que no dice ni mucho ni poco porque nada dice.

Me sorprende bastante, y debo denunciarlo por enésima vez, la pasividad con la que afrontamos esta crisis. La falta de reacción del pueblo y de sus representantes políticos y sindicales (ante la flagrante pérdida de derechos que la ciudadanía está padeciendo, sin contar la negra nube que asoma en el horizonte inmediato) me sume, en una apatía no exenta de ramalazos rebeldes que debo controlar ante la inacción que me rodea.

No lo entiendo.

No entiendo por qué hemos perdido el espíritu de lucha, de confrontación. Por qué hemos de doblegarnos sin más a los intereses espurios de los que manejan el dinero de todos, sacando tajada en el trueque que hacen… cada día, cada hora, cada segundo, mientras en el interregno mueren personas y más personas faltas de derecho alguno: cosificadas.

He manifestado alguna vez que los poderes legislativo y ejecutivo nacidos de la legitimidad, del precepto constructivo de una sociedad democrática cualquiera, están perdiendo su fuerza de ordenar… invadidos por un selectivo -y cada vez más desconocido- constructo controlado por financieros sin escrúpulos, que lo mismo manipulan que compran o matan, si es menester, a todo aquello que entorpece sus nada altruistas fines.

Miren, no deseo ser radical, pero esto es, o ellos o nosotros. O la dictadura del dinero o un reparto que atienda al menos las necesidades básicas de todo ser humano. Punto.

El tiránico Estado orwelliano ha llegado. Una prueba de que no toda la literatura de ficción es ficción sino intuición ganada al tiempo por la fuerza de la creatividad, única palanca capaz de remover cimientos y hacer florecer un nuevo mundo.

Hay que reivindicar la utopía como motor de cambio, pero, las plataformas que han de servir de soporte a la misma para su difusión están controladas por el enemigo: el ojo que todo lo ve.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios