Oposiciones

Para enseñar son más necesarias las actitudes y las aptitudes que una adornada programación

El primer beso, el primer amor, el primer viaje… formamos parte de una generación enamorada del amor y seducida por los símbolos, por ello no olvidamos que vivimos el primer fin de semana de las vacaciones estivales.

Hoy, domingo 4 de julio, mientras se celebra a lo grande el Día de la Independencia de los Estados Unidos o en Francia el Día de la toma de la Bastilla, que dio paso a la Revolución francesa, son más de 47.000 los opositores para el profesorado de Secundaria y otras especialidades que en Andalucía, y según su calificación en la primera de las pruebas, se reparten entre los que dan las gracias a Dios o al patrón de su pueblo, los que lloran y lamentan su mala suerte, y los que viven este fin de semana con la indiferencia de quien no espera nada. Este concurso-oposición está siendo gestionado, por primera vez en la historia de la democracia, por el Partido Popular, que ha debido encarar algunos cambios novedosos, como consecuencia de la pandemia, y aumentado el número de sedes, pero sin salirse del esquema establecido desde hace años. Siendo realistas, las más de 6.000 plazas ofertadas de las que presume el PP, el excesivo número de opositores suspendidos en el primer ejercicio o el establecimiento de turnos para el examen, son solamente florituras numéricas y burocráticas. Los responsables de estas pruebas selectivas caen en el mismo error una y otra vez. Repiten, incansables, la consabida estructura de examen: desarrollo de un tema y una prueba, mal llamada práctica, que memorizan los aspirantes. Sigue la tendencia de que ganar una plaza no tiene que ver con ser buen docente. Sigue la consideración de que ser buen docente implica tener buena memoria. Sigue ignorándose que para enseñar son más necesarias las actitudes y las aptitudes que lo adornada que se presente la programación. Sigue manteniéndose el pulso entre conocimientos y procedimientos…

Por todo ello, los candidatos se preparan para lo que se les pide: capacidad memorística, bonitas presentaciones y estudiadas alocuciones. La duda estriba si esas tres características son las que definen a un buen profesor o profesora. Políticos, organizadores y miembros de tribunales saben que no es así, pero ¿Hay alguien, en la administración, con el suficiente arrojo como para atreverse a iniciar el esperado cambio? ¿Saben por qué Finlandia o Corea han alcanzado el pódium en educación? No, no es por la buena memoria de sus maestros… ¿Tendrá algo que ver con el estilo docente?

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