Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Ocultarse detrás de un cartel

La representante onubense en el nuevo Ejecutivo de la Junta de Andalucía parece ratificar las bondades que se ocultan en aquello de que hablen de uno aunque sea mal. Comenzó con mal pie, y no por escribir lo que pensaba acerca de la Semana Santa, sino por rectificarlo después. Las constantes peticiones de su incómodo apoyo en la gobernabilidad andaluza, que hacen de las materias de su departamento un casus belli de su paso por las instituciones, han hecho que la presión social sobre Rocío Ruiz sobrepase cualquier límite razonable. Cierto es que tampoco lo puso tan difícil con manifestaciones fuera de tono de las que fue reconducida, en aquella ocasión en la que reclamaba evidencias científicas para justificar una brecha salarial que al consejero de Presidencia le costó horas en ratificar.

La última, la de la famosa campaña, víctima de la tiesura veraniega de los medios de comunicación nacionales ante la ausencia este verano de la tradicional polémica con Gibraltar, sobrepasa todos los límites de lo medianamente razonable. La idea de la campaña, que podrá gustar o no, esconde en primer lugar las ganas de polémica que se desatan cada vez que se presenta la imagen que acompaña a los festejos de cualquier ciudad. Desde las Colombinas hasta la Semana Santa, las pasiones se ponen en juego como si la imagen que sirve para simplemente anunciar algo, represente la quinta esencia de la misma, cuando se trata de lo menos trascendente.

Puede ser hasta defendible la postura de rechazo de cualquier signo de felicidad cuando se trate de hablar de un tema tan serio como la violencia de género, pero afirmar que frivoliza el asunto o que supone una rendición a los postulados más extremistas es ir demasiado lejos. Como lo son algunas respuestas difundidas por redes sociales en las que se llega a establecer paralelismos absurdos con el terrorismo. Lo que trasluce, además, es una incapacidad de articular una oposición medianamente razonable; primero porque al PSOE, después de casi cuatro décadas de gobierno, se puede encontrar con campañas similares, como de hecho se ha demostrado, y segundo, porque bien haría en articular una estrategia más razonable para ejercer de contrapeso a un Ejecutivo que, sin duda, y dado el poco tiempo que lleva en el cargo, tiene todavía mucho por hacer y muchos flancos débiles.

La violencia de género es una lacra sangrante que todavía, desgraciadamente, debe lacerar la conciencia social colectiva y que precisa del mayor consenso para intentar desterrarla de nuestro día a día. Cualquier intento de instrumentalizarla debe provocar el rechazo más generalizado. El hartazgo ciudadano ante la inacción política continuada y al eterno recurso de la polémica vacía, también.

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