Se nos fue el verano. Se pasaron esos meses que durante todo el año añoramos para contemplar todo ese maravilloso encanto con que la naturaleza dotó a nuestra provincia y a la vez sentir todas las necesidades de cuidado, de interés, de infraestructuras que padecemos desde hace muchos años.

Se nos fue el verano y el Ave sigue en el limbo. Se nos fue el verano y las carreteras de accesos a muchos municipios costero siguen abandonadas. Se nos fue el verano y muchas localidades playeras siguen sin aparcamientos, con impuestos de estacionamiento abusivos, sin caminos completos para atravesar inmensos arenales, sin limpieza en muchos espacios de playas, sin una previsión justa para paliar el problema anual de las algas, padeciendo tarifas de luz y agua agobiantes. Se nos fue el verano y todo sigue igual que hace un año, dejando en el aire nuestras quejas que el viento se lleva por los senderos del olvido.

Debería haber elecciones cada año para, al menos en el periodo electoral, creernos las múltiples promesas de los políticos, que luego también se las lleva la marea al pozo del si te vi no me acuerdo.

Ahora, como cada año, comenzamos a caminar con nuevo ritmo de ilusiones, pero casi siempre con el paso cambiado de la desesperanza.

Septiembre se va con su deber cumplido y las fiestas patronales en la provincia entera marcaron un reiterado testimonio de fe y devoción que se mantienen vivas gracias a ese espíritu nuestro capaz de defender con honor y ánimo lo que heredamos.

Todavía está en la balanza del tiempo ese estrambote esperado del llamado "veranillo de San Miguel". Un apéndice festivo para recordar el disfrute de lo pasado. Cuando miro los últimos días del mes, siempre recuerdo aquellas fiestas del Patrón de Jabugo, llenas de sencillez familiar pero también de una sana alegría en la plaza del pueblo, en la puerta del Casino, tras las procesión del santo, cuando a veces el cielo dejaba caer sus lágrimas en forma de rocío o de lluvia para anunciarnos que el otoño ponía ya un nuevo decorado en nuestras vidas.

Un ritmo nuevo ya es camino a seguir. Lo cotidiano es un compás esperado.

Los árboles dejan caer su vestimenta florida para que las hojas secas también sean pasto del viento.

En el corazón se esconden esas ráfagas de los recuerdos del estío.

La vida manda seguir, pero ahora con un ritmo distinto.

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