Se acuerdan ustedes del Sábado de Gloria? Ya no lo fue. Ahora es Sábado Santo. Sábado de meditación y luto en la espera del Domingo de Resurrección y cuando éste llegó las campanas volvieron a sonar en todos los corazones con júbilo de alegría.

Se fue una Semana Santa, sin procesiones, pero quizás con una mayor intensidad en la meditación de lo que ella representa. Con un sentido más profundo de fe, con la visión interior de la Pasión, en el dolor de ese otro drama que estamos viviendo con la terrible epidemia invisible e incontrolada.

Desde la Guerra Civil nunca la ciudad se vio mas triste en primavera sin la expresión popular de sus devociones más sentidas. El año 2020 pasará a la historia como el año que se unió a aquel oscuro y desgraciado trienio que desde el año1934, los desfiles procesionales onubenses se ocultaron en las tinieblas de un ambiente de temor que estallaría en el 36 con la quema de las iglesias y de todas nuestras imágenes, a excepción de las escondidas en el edificio del antiguo Hospital Provincial, en la iglesia mercedaria.

Ya el curso de la vida sigue y la primavera tiene que ocupar su puesto en nuestra vida, aunque nuestra libertad de movimiento urbano no exista. Pero la imaginación es libre y al igual que la Semana Santa la vivimos en la radio, la televisión, los móviles y la prensa en el recuerdo de estampas anteriores, ahora, en la esperanza de que la pandemia vaya reduciéndose, ya suena en nuestros corazones el eco de un tamboril que trae aires de romería.

Y aunque nos quedemos sin la presencia viva de esa alegría que lo llena todo en honor y devoción a nuestras Vírgenes, nuestra alma estará repleta de Salves y nuestros labios entonaran las letrillas más hermosas para los bailes que, regados con el vino de la tierra, serán testigos de un júbilo sin par.

Yo cierro los ojos y me veo en la primera de todas las romerías, la de Piedras Albas, en el Prado de Osma, que inicia esa lista a la que seguirán tantas otras, como la de la Peña, las de nuestra serranía, a las que se anticiparon los bollos de Pascua y a todas esas que marcan un punto final que con un nuevo Pentecostés nos traerá la bendición del Rocío.

Dicen que cuando pase el coronavirus este del diablo, el mundo será otro. Quién lo sabe. Pero lo cierto es que estamos teniendo la ocasión de comprobar, si Dios nos da vida, cómo hemos sido anteriormente nosotros. Porque indudablemente el mundo seguirá siendo como la humanidad dicte.

A la hora de quedarnos con algo positivo, siempre estará la lucha de quienes han estado exponiendo sus vidas por los demás. Su ejemplo será, debería ser, nuestra guía.

Nos hemos plantado en la mediación de un mes de abril donde todo se ve, se mira y se siente de una forma peculiar. Al menos el cielo, sin contaminación urbana en vehículos y chimeneas, está más limpio y claro. Es primavera.

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