Ninguneo por la edad

Tenemos la generación de personas mayores mejor preparada de la historia, y con experiencia vital

Se habla mucho de algunos tipos de discriminación pero poco o nada de la que se produce por la edad. Vivimos en una cultura de exclusión e inclusión evolutiva, entendible en determinadas circunstancias pero que no cuando se generaliza a todas. Nadie, responsablemente, considerará injusto que a un menor de diez años se le niegue el permiso de conducir o a un adulto con una discapacidad para la que, en la actualidad, no existen soluciones que compensen lo provocado por su déficit. La sinrazón aparece cuando se aplican estereotipos falsos de las distintas etapas por las que atraviesan los seres humanos. Al respecto, quienes salen más perjudicados son aquellos que han superado la barrera de la juventud o de la primera madurez y, sobre todo, los próximos a la jubilación o ya en ella. Mientras que a estos se les va ninguneado, por lo general, sistemática y progresivamente, a los jóvenes hay quienes no paran de ensalzarlos con ardor -con frecuencia, con el objetivo de obtener su favor; en forma de apoyos, votos o aplausos, entre otros- y lo hacen afirmando que son la generación mejor preparada de la historia. A los aludidos habría que recomendarles que no se lo crean mucho porque, aparte de que se pueden hacer varias matizaciones, van a ser desplazados, pues dirán lo mismo de la siguiente y, después, de la que venga a continuación, y así sucesivamente. Desde hace tiempo me pregunto por qué nunca se ha escuchado alguna declaración en la que se asevere que tenemos la generación de personas mayores mejor preparada de la historia, a lo que podría añadirse que con una experiencia vital importante, no presente en los anteriores. Tal manifestación brilla por su ausencia. Sin embargo, sí se aprecia una propensión a subestimar la madurez y la ancianidad; lo que se nota, entre otros contextos, en el lenguaje -como cuando llaman abuelo a alguien, sin que dicha persona lo sea del emisor lingüístico, sencillamente porque es viejo, con la idea arrogante de que se usa la expresión de un modo cariñoso-. También se percibe en mensajes sutiles en los que señala a los mayores como origen de problemas sociales y económicos. Vamos, como si la falta de trabajo se debiera a los más añosos que aún trabajan o como si las pensiones tuvieran la culpa de los bajos sueldos. Por todo ello, es preciso resaltar y hay que apoyar a los pensionistas que se están manifestando. Esperemos que esto sea sólo el principio en la reclamación de sus derechos y en la lucha contra la discriminación por edad.

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