Niebla

Este nuevo 2022 empieza rodeado de niebla por todas partes. Todo pende de un hilo. Y la economía no funciona

Era el primer día del año en un pueblo de la costa norte de Mallorca. En los acantilados que dan al mar, a dos o tres kilómetros del pueblo, se veía un gran cúmulo de niebla que se mantenía inmóvil entre el cielo y el agua. Era una niebla densa, apelmazada, voluminosa, casi palpable. La niebla no avanzaba hacia tierra ni se alejaba mar adentro, sino que permanecía estática frente a nosotros. Alguien dijo que aquella niebla parecía la Nada que devoraba el país de la Fantasía en La historia interminable. Sólo que aquella niebla no amenazaba el país de la fantasía, sino un país muy real que resultaba ser el nuestro.

Los hombres de la antigüedad habrían visto un signo ominoso en esa niebla que formaba una especie de anillo horizontal que se mantenía estático frente a la costa. Era una imagen demasiado poderosa como para dejar de interpretarla como un mal augurio. Los griegos arcaicos la habrían asociado con la diosa Hécate, que también era la diosa de los conjuros y de la brujería. Pero nosotros, seres del segundo Milenio, hemos dejado de creer en estas cosas (o al menos nos hacemos creer que ya no creemos en estas cosas, cosa que quizá sea otra variante más de la superstición y de la brujería). El caso es que la niebla estaba ahí en el primer día del año: una niebla inmóvil que formaba una masa horizontal que parecía tener una densidad mayor que la misma tierra que pisábamos. Por supuesto que se trataba de un fenómeno atmosférico que tendría una explicación científica. Pero era imposible contemplar aquella niebla sin asociarla con los momentos que estamos viviendo en este año que empieza.

En alguno de sus libros, Léon Bloy escribió de un personaje: "Caminaba con paso circunflejo hacia un destino incierto, a la manera de un sonámbulo mareado". Pues bien, eso mismo podría decirse de cada uno de nosotros en este 2022 que empieza rodeado de niebla por todas partes. Parece claro que la estupidez y el histerismo -o la obscena manipulación de los hechos- se han apoderado de toda la discusión pública. Parece claro que nuestra clase política está incapacitada para gobernar un país. Parece claro que es imposible alcanzar un mínimo consenso racional o un mínimo reconocimiento de la realidad objetiva. Parece claro que la economía no funciona. Y parece claro que todo pende de un hilo. Y frente a nosotros no hay nada más que niebla.

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