La Nación no se rinde porque no se puede rendir. Tres mil años de historia representa una gigantesca montaña encima de las espaldas de unos pigmeos que quieren derribarla. No se puede derribar la Nación. Es demasiado grande, es demasiado el peso de la historia, es demasiada su presencia. Reducir el Everest a cenizas es imposible, es tarea inhumana, es un desatino descomunal. Pues en ello andan unos donnadies. Y cuando al gigante se le tocan los pies y el alma, se despierta y da un manotazo y quita de en medio a los liliputienses que andan tocándole las narices. Y la Nación se levantó antes de ayer en la plaza de Colón en Madrid. Asistieron centenares de miles de españoles y millones estábamos en espíritu y unión también allí presentes. No es la primera vez en tres mil años que la Nación está en peligro. Repasar las ocasiones anteriores haría este artículo interminable. Las generaciones que estudiamos historia de España lo sabemos. Las de ahora es probable que no porque no les enseñaron más allá de la historia de su pueblo y su comarca. Esta es una de las causas que han provocado este estado de cosas. Diecisiete libros de historia, en los diecisiete virreinatos que se reparten la Nación a dentelladas, han hecho posible que millones de jóvenes desconozcan a Viriato, a Recaredo, a Guzmán el Bueno, a Fernando de Aragón, a Isabel de Castilla, al emperador Carlos, al alcalde Móstoles, a Agustina de Aragón y a tantos que antes y después de ellos supieron muy bien lo que es la Nación.

¿Y qué es la Nación? Lo define muy bien el tumbaburros de la Academia: "la Nación es el conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común". Cuatro palabras, cuatro claves: personas, origen, idioma y tradición. Somos millones y hemos sido muchos más millones a lo largo de la historia los que hemos compartido origen, idioma y tradición.

El origen se remonta a tres mil años, léase al profesor Domínguez Ortiz, figura egregia de la ciencia histórica española. El idioma es más que milenario. Se da uno una vuelta por San Millán de la Cogolla y se entera rápido. Y la tradición múltiple, pero con una sola dirección: la formación y construcción de la Nación. De los tres milenios de Nación, dos terceras partes han sido Roma y la Cruz las que han conformado la tradición. Esto es simplemente irrebatible. Hay quien no le gusta, pero es una evidencia como que el sol sale cada mañana. Y estos, los que no les agrada la tradición de la Nación, se han conjurado contra ella. Y la Nación ha sacado su brazo robusto y ha dicho no, hasta aquí hemos llegado. Y así será una vez más.

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