La otra orilla

Víctor rodríguez

Moret iberoamericano

La falta de educación y la ausencia de expectativas de mejora de nuestros jóvenes, son causas de los destrozos

La Plataforma del Parque Moret, esa que tanto lleva luchando, desde hace décadas, por conseguir ese espacio como pulmón verde de Huelva, ha vuelto a denunciar las condiciones de abandono, inseguridad y actos vandálicos que sufre este espacio que debería ser de descanso y disfrute de todos. Ya desaparecieron las barcas y la caseta de madera del lago, la cartelería, el cerramiento, y son habituales los destrozos en los huertos o los desperfectos en la casa de recepción. Cualquiera que visite el parque sabe de lo que hablo. Lo que más me llamó la atención de la queja de la Plataforma es el hecho de que, gran parte de los destrozos provienen de pandillas de jóvenes que vuelcan su frustración rompiendo y estropeando, así lo expresaron. Es decir, la falta de educación, valores, respeto por lo público, y la ausencia de expectativas de mejora de nuestros jóvenes, es una causa directa para que el parque se deteriore tanto.

Entonces pienso, esto que está pasando en el Parque Moret tiene una relación directa con la desidia que el Gobierno Central ha demostrado al dejar el Patronato del Festival de Cine Iberoamericano, otro abandono más, otro ninguneo, otro ejemplo de que lo que pasa en Huelva importa una higa a nivel ministerial. Y otra más, el seto de ciprés que envuelve la parte nueva de la Avenida de Andalucía está siendo pasto de incendios provocados y cada vez luce más triste y con más calvas. Me cuesta ponerme en la cabeza de quien disfruta destrozando un seto que verdea y aísla del tráfico a quien pretende pasear por el interior de la Avenida. Parece algo pequeño, sin importancia, y sin embargo ¡tiene mucha!

Si unimos todas las piezas nos encontramos con la degradación de los lugares públicos, sobre todo los verdes, a manos de unos jóvenes que se sienten frustrados en un contexto donde cada vez resulta más difícil encontrar espacios de promoción de la cultura en una ciudad con enormes carencias sociales, de precariedad y pobreza. Si a eso le añadimos dificultad de acceso a la vivienda y al trabajo dignos, la frustración cobra enorme sentido, y luchar contra ella debería ser la prioridad de cualquier gobierno, sobre todo para proteger a los más vulnerables. Lo que se ve es la proyección de lo que no se ve, y una ciudad que le pierde el respeto a sus espacios públicos tiene un serio problema de convivencia, y no es un problema menor. La cultura, la educación y los valores son el mejor antídoto para evitar el embrutecimiento.

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