Cada dos segundos una persona debe abandonar, por causas diferentes, su lugar de residencia. Actualmente son sesenta y ocho millones y medio: el 0,93% de la población mundial. Un millón de ellas cruzan el Mediterráneo. El fenómeno debería dar vergüenza y alarmar a los dirigentes mundiales. La humanidad no se está cuidando a sí misma. La sociedad está dejando en la cuneta a su parte más débil, a los que huyen de la pobreza para encontrar más pobreza y demasiado rechazo. Esta situación nos debería hacer reflexionar sobre nuestro ser hombres y mujeres, sobre nuestra esencia como especie: por nuestras venas corre la misma sangre, tenemos los mismos sueños, amamos de la misma manera, pertenecemos a una misma comunidad, nos asisten los mismos derechos.

Pero, ante esta lacra, ante esta sinrazón, nuestras autoridades se muestran incapaces de dar respuestas solidarias y humanas: cierran muros, crean fronteras, recluyen en CIES, hacen devoluciones en caliente... Respuestas que no frenan esa avalancha humana que huye del hambre, y de la violencia, que busca una vida decente y en paz.

Pero, el mayor obstáculo no son las instituciones propiamente dichas, sino el diagnóstico al que se pretende responder y los objetivos que se persiguen. Se han buscado soluciones como si el problema fuera meramente coyuntural y no un problema estructural que está en el meollo del sistema económico, del neoliberalismo.

Las migraciones obedecen a la lógica egoísta y economicista de este sistema que nos empobrece y nos sume en el sufrimiento y en la miseria.

Afortunadamente hay muchos hombres y mujeres, al margen de las instituciones oficiales, a veces contra las mismas leyes, que se organizan para acoger, estar cercanos, alimentar o educar. Son las manos y los pies para el encuentro, los ojos que nos ayudan a educar la mirada, la conciencia de una nueva sensibilidad que hace que ese otro mundo de la humanidad, la solidaridad y la justicia sea posible. Es la nueva sociedad que exige un cambio radical de leyes y de instituciones, la nueva sociedad del mestizaje, del encuentro, de la fraternidad que elimina prejuicios y barreras.

Son Helena Maleno, la Plataforma Solidaria con los y las inmigrantes de Málaga, la Red Solidaria de Acogida de Lavapiés, la Mesa por la Hospitalidad de Madrid, SOS Refugiados, Cepain, Derechos Humanos, los tripulantes del Aquarius y un largo etcétera de hombres y mujeres comprometidos con lo humano.

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