Con esto de los nuevos diseños urbanísticos, con sus movilidades, sostenibilidades, corredores verdolagas, entuertos patrimoniales, turisquismo crucerista y pamplinismos deportivos, hemos dejado al margen una cuestión fundamental que se erige en epicentro de la historia local realzada en graves monolitos, grupos escultóricos o para qué liarnos, en simples monumentos que describen el secular acontecer de la ciudad a través de los tiempos. He aquí nuestro caso, doloroso y verídico.

Auténticos tiesos en materia monumental, ha llegado la hora de plantear qué o quiénes debieran figurar en esa representación sentimental, histórica y cultural que todos los pueblos de una mínima alcurnia tienen a bien representar tanto a los propios hijos como a extraños habidos en tierras foráneas.

Por otros foros suelen escoger a personalidades merecedoras de seleccionarse con criterios restrictivos apelando a selectivos currículos que son examinados por doctas personalidades. No es tema ya que los onubenses, tan díscolos como originales, hemos configurado un catálogo variopinto donde alternan lo anecdótico y cotidiano con las gestas guerreras y las palmas literarias.

A un amigo común , emérito investigador de las causas perdidas en la iconografía onubensista donde figuran rasgos singulares, distinciones y premios de tantos de sus hijos tan denostados por la incuria e ignorados por la indolencia propia de esta raza calé, se le ha ocurrido confeccionar una simple y notoria relación de aspirantes al figurismo estatuario que paso a consideración del respetable: Mackay Macdonald, Guillermo Sundheim, José Tejero, almirante Garrocho, duque de Medinaceli, Isabel -reina de Portugal-, Pérez de Guzmán, Trianes, Vázquez Díaz, José Caballero, Antonio Borrero Chamaco, Juan Díaz de Solís, Francisco Garfias, Jesús Arcensio, José Gálvez, Pedro Carrasco, Paco Isidro, Rebollo, Rengel, Jesús Hermida, Juan Pérez Mercader, Antonio Jacobo del Barco, Pedro Romero de Torres, Abdullah al Bakri, conde de López Muñoz, José Nogales, Eleuterio Población Kappe, Pedro Weiquer, Juan Pedro Garrido Roiz, Niño Migué, Gertrude Vanderbliht Whitney...

Esta no es más que una pequeña exposición de quienes figuraron en las añosas páginas de nuestro devenir y que, por ese arte del deje fulastrón que nos caracteriza, los deja sin lugar en una rotondita, un rinconcito, una placita. Se nos da de cajón enterrarlos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios