Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Merecido lo tenemos

Si es usted parte de la inmensa mayoría de ciudadanos que ha cumplido con las normas sanitarias que, independientemente de qué institución nos la recuerde, debe formar parte de nuestra manera de comportarnos durante estos tiempos de pandemia, lo primero darle las gracias; lo segundo que siga leyendo, aunque no se de por aludido. Si pertenece por contra a aquellos que se las han pasado por el mismísimo forro, que sepa que gracias a su incívico comportamiento, tenemos vigente un estado de alarma durante los próximos seis meses, un toque de queda de siete horas y que muchos negocios están a pique de irse definitivamente al garete. Todo eso gracias a usted y algunos como usted que ha decidido que esas mismas normas no van a interferir con su vida, que no ha cambiado lo más mínimo y a que el resto de los ciudadanos le importamos nada.

Una de las primeras consecuencias de la pandemia, fue la del anticipado canto del fin del liberalismo. Todos mirábamos al papá Estado para que nos sacara de esta. Esa teoría de que "tienes lo mejor siempre que lo puedas pagar", hacía aguas hasta que el liberalismo social, el egoísmo más absoluto se apodera de nuestro paisaje. Se inventan derechos como el "divertirse" que a saber dónde está escrito y el concepto de comunidad, salta en pedazos hecho trizas.

Estamos pagando las consecuencias de lo que hicieron mal durante el puente del Doce de Octubre y el fin de semana siguiente. Plazas abarrotadas, calles en las que era complicado transitar con normalidad y bares en los que -siento la generalización- no se guardaban ni la distancia de seguridad, ni las más elementales normas sanitarias, han engordado la cifra de casos y, lo que es más preocupante, los ingresos en nuestros depauperados hospitales. No tenemos la capacidad sanitaria para hacer frente a un estado normal; las urgencias se saturan de manera más frecuente de lo que sería deseable, así que la pandemia lo pone en el límite y estamos muy cerca de él.

Toca una llamada a la responsabilidad y, dados los antecedentes, no hay mucha esperanza de que sea atendida. Es vana la idea de recurrir a las sanciones como única forma de que las normas se cumplan, pero hay demasiadas cosas en juego para andarse con remilgos. Es hora de dejar a un lado la comprensible necesidad de la economía de recuperar un mal año. La actividad económica está por detrás de la salud de todos, más cuando hay vidas en juego. Eso debe ser entendido sin ningún tipo de ambages. A quien incumpla cualquiera de las normas sanitarias se le acabó el tiempo de la condescendencia, porque el resto tampoco tenemos tiempo.

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