Cuántas veces hemos dicho "¿A dónde vamos a llegar?"... Pues hemos llegado y con creces. Uno de esos inconcebibles extremos que jamás podríamos imaginar es que el gobierno impidiera, como hizo el viernes pasado, que el Rey presidiera la entrega de despachos a los 62 nuevos jueces de la última promoción en la Escuela Judicial de Barcelona. En todo este tipo de especulaciones, como suele ocurrir desde que gobierna Pedro Sánchez, suelen abundar pretextos que no son más que engaños y falsas promesas. Mentira tras mentira, se conculcan los principios morales, se socavan las raíces fundamentales de nuestra entidad constitucional. Afirmar, entre otras excusas inadmisibles, que se hizo para garantizar la seguridad del monarca, es agredir la inteligencia de los ciudadanos o sencillamente tomarnos el pelo. O que la presencia real alteraba la convivencia, lo cual resulta sencillamente delirante. Pero a éstas como a otras supercherías ya nos tiene acostumbrados este ejecutivo, donde figuran individuos que desprecian la monarquía, acusándola de increíbles conspiraciones, lo cual es deleznable, apoyando a quienes quieren quebrar la unidad del Estado, negociando con los sucesores de quienes perpetraron los más horrorosos asesinatos terroristas de nuestra historia más reciente. Muchos los creen y algunos medios afines le dan el eco necesario. Es más, como afirma un gran amigo, cuya opinión respeto mucho: "Pero lo toleramos… y ya no digo a nuestro nivel, me refiero a instancias socio económicas de relevancia nacional e internacional. Igual que pasa con Maduro…".

Muy vehementemente el presidente aseguró que nunca pactaría con quienes tratan de dividir el país No sólo lo ha hecho sino que para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado nos sorprende anunciando la tramitación del indulto -que los procesados rechazan porque "sería reconocer su delito" y revela la modificación de la ley sobre la rebelión y la sedición, como aquel que dice "el que hace la ley hace la trampa" -, aunque en su día prometiera también que no habría tal perdón para quienes trataron de dinamitar el sistema constitucional. Para colmo, triste, compungido y cariacontecido, Sánchez, daba el pésame a Bildu por la muerte de un etarra y seguir mendigando su apoyo. Y todo cuando unos y otros, empeñados cerrilmente, en hacer saltar por los aires la indisoluble unidad de España, siguen haciendo impunemente ostentación de su desafío al orden constitucional y al Estado de Derecho.

Cuando la situación del país se estremece a diario con una crisis insoportable sanitaria y económicamente con la comunidad de Madrid como blanco de todas las acusaciones pandémicas y razones exclusivamente políticas, parece que lo único que les importa es recrudecer las presiones y las coacciones, incluso al poder judicial, con prisas muy significativas y sectarias para la renovación de las principales instituciones del Estado, despreciando la separación de poderes.

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