Septiembre acaba con buenas noticias. Después de 18 años, se ha conseguido soterrar en el edificio de la esquina de la Plaza de San Pedro con San Andrés, unos restos prehistóricos hallados en el 2003 y de un valor inimaginable. Ya se determinó, desde los primeros análisis, que los restos de los yacimientos concentrados en esa zona, junto con otros esparcidos por toda Huelva, forman parte del rico Patrimonio onubense y constituye uno de los más importantes legados para nuestra ciudad.

La parte negativa es el comprobar que satisfacer cuestiones patrimoniales suele implicar conflictos entre los afectados. En primer lugar, porque Huelva entera (a juicio de los expertos) constituye un solo y gran yacimiento arqueológico, lo que dificulta su estudio y recuperación; pero, sobre todo, porque el patrimonio se convierte en el enemigo a vencer cuando de dinero se trata: se cuestiona su valor e incluso se ocultan restos únicos y milenarios antes de entrar en el conflicto de qué hacer con las "piedras".

Por estos casos y algún otro, me parece tan complicado el hacerse con lo que se conoce por "empatía histórica", tan relevante en la investigación ¿Cómo "ponerse en el pasado" en un supermercado sobre unos restos milenarios y valiosos? ¿Cómo interpretar ese matrimonio entre yacimientos prehistóricos únicos y los embutidos de oferta? ¿Cómo aprobar y admitir esa convivencia física entre un supermercado y unos depósitos patrimoniales recordando (mientras se pesan los tomates), nuestro pasado remoto?

No tengo claro esa teoría de la convivencia entre el Patrimonio histórico-cultural y el supermercado "El Jamón". No creo que, mientras busco las zanahorias, me emocione de reojo el yacimiento. Tenemos la experiencia de los restos expuestos en los bajos del edificio del antiguo "Colegio Francés": ni los vecinos los conocen, como dejó de llamar la atención los de Sfera, en Vázquez López ¡Qué difícil resultará disfrutar esa riqueza patrimonial en el edifico que aloja al supermercado mientras das indicaciones sobre el corte del pollo! ¡Qué ordinariez pasear un carrito teniendo bajo los pies trascendentales y únicos legados que rescataría una parte de la historia que desconocemos sobre nuestra ciudad! ¡Y qué cutre andar sobre yacimientos milenarios buscando un detergente! ¡Poderoso caballero Don Dinero!

Decía Muratori que el buen gusto es "el juicio de lo mejor" en todo, asegurando que el juicio de los demás puede hacernos pensar, pero nunca convencernos.

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