Mi madre, muy refranera ella, cuando ve a sus nietos aburridos, dice que "cuando el demonio no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo" y, como casi siempre, tiene razón. Los confinamientos están provocando tantos bostezos y tanto hastío, que hay gente (políticos mayormente) que necesitan actividad para evitar el "muermo" y ¿Saben qué pasa?, que se dedican a "matar moscas con el rabo" …

¿Qué otra razón puede haber para que una soleada mañana de febrero se sienten juntos Imbroda, el Consejero de Educación, de Ciudadanos, y Alejandro Hernández, de Vox y, sin pensárselo dos veces, con la única finalidad de "impulsar la participación familiar y el derecho de los padres a decidir sobre la participación de sus hijos en las actividades complementarias", firmen ambos un acuerdo que "garantice los mecanismos necesarios para que los padres conozcan el plan de centro y las actividades que se desarrollen en el mismo?" A ver, se puede sobrellevar que Ciudadanos, adheridos al centro-izquierda (según dicen ellos), coquetee con Vox, la derecha de la derecha, por aquello de los intereses ocultos en las estrategias políticas; lo que se conoce como un "manita a manita": el "yo te doy esto si tú me das aquello", se dirán en la intimidad. Conociendo a ambos, no es de extrañar que lleguen a sospechar del trabajo del profesorado e incluso que lo subestimen sin una base debidamente fundada, pero lo que parece intolerable es que nos infravaloren y utilicen ese lenguaje infantil de que sólo quieren "impulsar la participación familiar". Les recordaré, a sabiendas de que lo saben, que los documentos de los centros docentes, todos, hasta esos proyectos curriculares que recogen temas y actividades a realizar, son públicos. Saben que las familias pueden pedirlos y consultarlos y que no es necesario firmar un acuerdo para ello. Lo saben, pero la desconfianza en los docentes (de la escuela pública, sobre todo) les supera; persisten en ver tramas secretas sólo oír la expresión "ideología de género" y la educación pública per se les suscita desconfianza. Por ello, no sorprende nada que (como si no tuviesen otra cosa que hacer) empleen su tiempo (torpemente) en desenterrar ese deseado, y soñado por ellos, pin parental que facultaría a los padres a que decidan si sus hijos asisten o no, al desarrollo de actividades de carácter afectivo-sexual o de igualdad. ¿Será consecuencia de los miedos que provocó el sexto mandamiento o será, simplemente, que no les gustan las moscas?

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