Marcado egocentrismo

Sánchez e Iglesias han tenido su primer aviso serio en las elecciones andaluzas, pero es dudoso que cambien

Una de las temáticas que más ha crecido en el sector editorial, tanto en producción como en ventas, ha sido la de los libros de autoayuda. Si se va a cualquier librería, es fácil comprobar que suele haber una zona bien nutrida de títulos que ofrecen remedios para cualquier problema que pueda sufrir una persona. Sin complicaciones nos guían, entre otras cosas, hacia la superación de aquello que nos atosigue y hacia la consecución de la felicidad. Su éxito es innegable y se sustenta en sus títulos, muy bien pensados para engancharnos: superar la depresión, vencer la timidez, el poder del ahora, confianza total… Una invitación, por atajos, a la felicidad y al autodominio completo. Maravilloso, no se puede decir más. Sin embargo, aunque no todas, la inmensa mayoría de esas publicaciones no se basan en datos científicos sino en opiniones y creencias simplistas, superfluas o, lo que es peor, erróneas; si bien enunciadas de manera que enganchan a más de un lector. El inconveniente es que hay gente que se deja impresionar por la letra impresa y comienza a adaptar y a conducir su vida en función de lo que en ellas se recoge, con consecuencias que pueden ir desde leves a muy perjudiciales. Pero hay más, dentro de esa literatura hay un bloque de títulos que continuamente apelan a eso de ser uno mismo, a que seamos los líderes, y a que siempre actuemos en base a eso que somos, sin influencias externas, de manera que se impongan y realicen nuestros puntos de vista. En definitiva, para ser uno mismo nos instigan a que no nos contaminemos de las ideas y criterios de otros. Un absurdo que no aguanta un somero análisis crítico desde la psicología o la filosofía. ¿Por qué se expone todo esto? Pues porque parece que más de un político de la nueva hornada, iniciada con Rodríguez Zapatero y revitalizada al máximo a posteriori del 15-M, están poseídos por esas ideas irracionales como encarnaciones de ellas. Al respecto, los dos nombres que pueden citarse, entre otros, son los de Pedro Sánchez y los de Pablo Iglesias. Ambos le están haciendo un flaco favor a la izquierda, porque la están haciendo retroceder y no sólo eso, sino que también están estimulando su desencanto, despertando extremismos antes durmientes y provocando votos de castigo. En las elecciones de Andalucía han tenido su primer aviso serio, pero dudo que cambien. El marcado egocentrismo que los define les aleja de una visión más objetiva de la realidad y de los caminos que deben tomarse.

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