Somos Manolete

A toro pasado, los análisis de las estrategias hilan tan fino que son capaces de partir un hilo en dos

Mientras sopesaba ayer las diez razones por las que Sánchez ha quedado como Cagancho en Almagro, otros aplaudían el éxito de su estrategia fina de crear a Vox para dividir al PP. Por supuesto, a toro pasado, todos somos Manolete, pero yo no lo veo tan claro. No que no fuese una estrategia de Sánchez, que Dios sabe, sino que sea una buena estrategia. Por cinco razones:

1) La histórica, que aquí no nos olvidamos hasta de anteayer. El PP alentó la existencia de Podemos para dividir a la izquierda. Desde esa genial idea de Rajoy y Sáenz de Santamaría, el PSOE no ha dejado de gobernar. Porque un nuevo partido araña votos del viejo, vale, pero también saca votos de la abstención, que luego suman. No hace falta ni tener memoria: bastaría con mirar al presente. Sin los votos que Vox logró en nichos inalcanzables para el PP, ¿se habría logrado alguna vez desalojar al PSOE de la Junta de Andalucía?

2) La verdad. En esos análisis, los analistas son víctimas de sus propios prejuicios. Consideran que Vox es "la ultraderecha", y ya está, ea. La situán en el eje derecha-izquierda de toda la vida, pero hay más ejes en juego, donde Vox tiene otras posiciones. En su enfrentamiento al "discurso progre", que es, en verdad, a la filosofía postmoderna, Vox mantiene su posición en solitario. No hay división de la derecha, porque ahí Vox está más solo que la una, sino división del paradigma ideológico, que salpica también al PSOE.

3) La nación es, ay, otro eje político: el que va de los nacionalismos a la nación española. Vox tiene un protagonismo diáfano y lo que se divide o parte por el eje es el alma del PSOE, entre un federalismo a lo baile de Iceta y un hondo patriotismo a lo Susana Díaz, G-Page y F-Vara.

4) Tanto insistir en la caricatura, puede hacer que les pase inadvertido lo más preocupante de Vox para el PSOE: su conexión con el voto popular y su apelación cada vez más nítida a lo social. Vean los barrios que lo han votado. Oigan su discurso.

5) Si decimos sin parar que las elecciones se ganan en el centro, ¿hemos visto quién se queda con el centro ahora? De los tres grandes partidos resultantes, el PP tiene uno a su derecha y otro a su izquierda. Éste ha de pactar, además, con la extrema izquierda y los nacionalistas si quiere gobernar. La división relativa de su voto, ¿no es un precio asumible por el PP para cumplir al fin su vieja pretensión de ser un partido supercentrista?

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