Desde el s. VI a. C., la península ibérica se ha distinguido por invasiones y enfrentamientos entre dos. La historia lo confirma: íberos y celtas, cristianos contra musulmanes, conservadores contra liberales, republicanos contra monárquicos, "rojos" contra "franquistas"… Pero no, no se queda aquí. Esta bipolaridad made in Spain va más allá. Ahora los ánimos se caldean con cualquier argumento: las controversias entre veganos y carnívoros o los del culto al cuerpo contra obesos. Si simpatizas con el Real Madrid, se entiende que odias al Barcelona y si te gustan los toros te las verás con los antitaurinos.

Si a esta tendencia a la confrontación, le añadimos el poder de los influencers o de las fake news que se posicionan en uno de los lados, ya no cabe duda de que el terreno está más abonado aún para la dicotomía, la pugna y el cuerpo a cuerpo como modus vivendi. Día sí y día no, nos encontramos no con noticias "manipuladas", llamémoslas noticias debida y descaradamente "retocadas".

Dado que para retarse a un apasionante duelo es necesario argumentar alguna razón, esta vez se ha tomado como excusa a la educación (como si ésta no tuviera otros problemas de ajustes, mejoras o perfeccionamiento). Muchos medios han decidido sentar en una esquina del ring a la escuela concertada y en la opuesta a la pública y, señoras y señores, comienza el combate. Un sector de la población lleva tiempo intentando difundir la sensación de que España padece un terrible problema: porque hay quiénes quieren eliminar la enseñanza concertada, la religión en las aulas, la libertad de los padres para elegir centro… Cuando se posee poder se consigue no solamente que se magnifique ese "problema" que realmente ni existe, sino que va construyéndose el contexto adecuado para que el desafío se produzca. Alguien ganará con ello.

La Asociación de Escuelas Católicas invitó a Celaá, ministra de Educación y FP en funciones, a su Congreso, propiciando la oportunidad de ridiculizarla. La controversia sobre si la libertad de elegir centro es o no un derecho constitucional es lo de menos (¿qué pasaría si todos optan por el mismo centro?). Se trata de animar el morbo de la población, de que se produzca el duelo concertada-pública, olvidando que España necesita de ambas y obviando el hecho de que si el dinero público que se invierte en la enseñanza concertada se dedicase a mejorar la escuela pública, dotándola de recursos y de un profesorado bien formado, este "mano a mano", ya tendría vencedor.

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