Ya había deshecho las maletas. Se acabaron las vacaciones. Y el verano. Aunque no el calor. Estaba descargando las cientos que fotos que había ido haciendo en los dos últimos meses. Y reparó en unas que hizo en la playa a finales de julio. Casi no se acordaba de aquello. Aunque en aquel momento lo dejó conmocionado. Fue en la costa de Cádiz. Presenció en directo lo que había visto muchas veces en la televisión: un pequeño bote hinchable llegando a la playa con doce inmigrantes dentro. Hizo varias fotos antes de animarse a ayudarlos. Y junto a otros bañistas sacaron del agua a aquellos hombres y mujeres. Estaban exhaustos, apenas podían caminar después de tantas horas en aquel bote minúsculo. Querían correr pero acabaron derrumbados en la arena. Hasta que llegaron algunos vehículos de la Guardia Civil y Cruz Roja y los trasladaron. Luego todo volvió a la normalidad. Y el verano siguió su curso.

Pero aquel episodio volvía ahora con fuerza a su cabeza. Él había discutido mucho con familiares y compañeros sobre la apertura de las fronteras. Había usado palabras como invasión y efecto llamada. Había defendido el cierre de las fronteras. Pero al ver esas fotos tuvo una sensación extraña. Como si algo no cuadrara. Las revisó varias veces. Memorizó aquellos rostros asustados. Y creyó descubrir lo que chirriaba en aquel episodio veraniego. Y es que, mientras atendía a aquellos inmigrantes llegados en patera, en ningún momento relacionó lo que ocurría con su discurso sobre las fronteras. Mientras los sacaba del agua y los ayudaba a llegar a una sombra sólo vio personas, hombres y mujeres asustados, algunos muy jóvenes. No hubo nada que conectara una cosa con la otra, nada que evidenciara la contradicción entre su discurso y su actuación.

Escogió una de las fotos y la imprimió. No dudaba de sus convicciones. Pero preferiría que no aplicasen dichas convicciones a esas personas en concreto. Había muchos inmigrantes. No hacía falta expulsar precisamente a los de su foto. De alguna extraña manera el rostro de aquellas personas no tenía nada que ver con lo que hasta ese momento había identificado como inmigración. De alguna extraña manera le costaba asociar la inmigración como concepto a esas personas en particular. No era tonto. Sabía que aquello era absurdo, y que no se sostenía de ninguna manera. Pero así era. Introdujo la foto bajo el cristal de la mesa. Aunque estuvo tentado de romperla.

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